Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

EN TI TERMINO


Este objeto de amor no es un objeto puro;
es un objeto bello, y creo que eso basta.
Bellos son sus brazos, sus hombros, sus senos;
bellos son sus ojos (¡y qué bien me mienten!)

Deseable, me engaña, o furtiva, resbala
suave, suavemente, con física dulzura,
o gravita hacia un centro más secreto que el alma;
o duele con un fuego más real que el cariño.

Si la beso, no hablo; si la toco, no creo;
y me quedo callado mirándola muy cerca,
o me duermo en sus brazos, o me muero en su espasmo,
y en aniquilarme hallo cierto descanso.

A VECES ME FIGURO QUE ESTOY ENAMORADO

A veces me figuro que estoy enamorado,
y es dulce, y es extraño,
aunque, visto por fuera, es estúpido, absurdo.

Las canciones de moda me parecen bonitas,
y me siento tan solo
que por las noches bebo más que de costumbre.

Me ha enamorado Adela, me ha enamorado Marta,
y, alternativamente, Susanita y Carmen,
y, alternativamente, soy feliz y lloro.

No soy muy inteligente, como se comprende,
pero me complace saberme uno de tantos
y en ser vulgarcillo hallo cierto descanso.

COINCIDIR

Soy vecino de este mundo por un rato
Y hoy coincide que también tú estas aquí
Coincidencias tan extrañas de la vida
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir

Si navego con la mente en los espacios
O si quiero a mis ancestros retornar
Agobiado me detengo y no imagino
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir

Si en la noche me entretengo en las estrellas
Y capturo la que empieza a florecer
La sostengo entre las manos más me alarma
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir

Si la vida se sostiene por instantes
Y un instante es el momentos de existir
Si tu vida es otro instante.. no comprendo
Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir

Fernando Delgadillo

YO DIRÍA DE VOS TAN ALTAMENTE

(A doña María de Mendoza)

Yo diría de vos tan altamente
que el mundo viese en vos lo que yo veo,
si tal fuese el decir cual el deseo.
Mas si fuera del más hermoso cielo,
acá en la mortal gente,
entre las bellas y preciadas cosas,
no hallo alguna que os semeje un pelo,
sin culpa queda aquel que no os atreve.
El blanco, el cristal, el oro y rosas,
los rubís, y las perlas, y la nieve,
delante vuestro gesto comparadas,
son ante cosas vivas, las pintadas.
Ante vos las estrellas,
como delante el sol, son menos bellas.
El sol es más lustroso,
mas a mi parescer no es tan hermoso.
¡Qué puedo, pues, decir, si cuanto veo,
todo ante vos es feo!
Mudaos el nombre, pues, señora mía:
vos os llamad beldad, beldad María.

Redondillas


Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

(Sor Juan Inés de la Cruz)

Cultivo una rosa blanca


Cultivo una rosa blanca,
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni oruga cultivo:
Cultivo la rosa blanca.

(José Martí)

Nocturno a Rosario

Pues bien, yo necesito decirte que te quiero
Decirte que te adoro con todo el corazón
Que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro
Que ya no puedo tanto y al grito en que te imploro
Te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión

Yo quiero que tú sepas que ya hace muchos días
Estoy enfermo y pálido de tanto no dormir
Que ya se han muerto todas las esperanzas mías
Que están mis noches negras, tan negras y sombrías
Que ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir

De noche, cuando pongo mis sienes en la almohada
Y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver
Camino mucho, mucho, y al fin de la jornada
Las formas de mi madre se pierden en la nada
Y tú, de nuevo, vuelves en mi alma a aparecer

Comprendo que tus besos jamás han de ser míos
Comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás
Y te amo, y en mis locos y ardientes desvaríos
Bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos
Y, en vez de amarte menos, te quiero mucho más

A veces, pienso en darte mi eterna despedida
Borrarte en mis recuerdos y hundirte en mi pasión
Mas, si es en vano todo y el alma no te olvida
¿Qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tú que yo haga con este corazón?

Y luego que ya estaba concluido tu santuario
La lámpara encendida, tu velo en el altar
El sol de la mañana detrás del campanario
Chispeando las antorchas, humeando el incensario
Y abierta, allá a lo lejos, la puerta del hogar

¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo!
Los dos unidos, siempre, y amándonos los dos
Tú, siempre enamorada; yo, siempre satisfecho
Los dos una sola alma, los dos un sólo pecho
Y, en medio de nosotros, mi madre como un Dios

Figúrate qué hermosas las horas de esa vida
¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así!
Y yo soñaba, en eso, mi santa prometida
Y al delirar en ello, con alma entristecida
Pensaba yo en ser bueno por ti, nomás por ti
Bien sabe Dios que ese era mi más hermoso sueño
Mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer

Bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño
Sino en amarte mucho bajo el hogar risueño
Que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer

Esa era mi esperanza
Mas, ya que a sus fulgores se opone el hondo abismo que existe entre los dos
Adiós, por la vez última, amor de mis amores
La luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores
Mi lira de poeta, mi juventud, ¡adiós!