Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Dondequiera que estés

Dondequiera que estés,
te gustará saber
que por flaca que fuese la vereda
no malvendí tu pañuelo de seda
por un trozo de pan
y que jamás,
por más cansado que
estuviese, abandoné
tu recuerdo a la orilla del camino
y por fría que fuera mi noche triste,
no eché al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.

Por ti,
por ti brilló mi sol un día
y cuando pienso en ti brilla de nuevo
sin que lo empañe la melancolía
de los fugaces amores eternos.

Dondequiera que estés
te gustará saber
que te pude olvidar y no he querido,
y por fría que sea mi noche triste
no echo al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.

Dondequiera que estés...
si te acuerdas de mí.

Balada de Otoño

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Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.

Pintaron de gris el cielo
y el suelo
se fue abrigando con hojas,
se fue vistiendo de otoño.
La tarde que se adormece
parece
un niño que el viento mece
con su balada en otoño.

Una balada en otoño,
un canto triste de melancolía,
que nace al morir el día.
Una balada en otoño,
a veces como un murmullo,
y a veces como un lamento
y a veces viento.

Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados
sobre los campos, llueve.

Te podría contar
que esta quemándose mi último leño en el hogar,
que soy muy pobre hoy,
que por una sonrisa doy
todo lo que soy,
porque estoy solo
y tengo miedo.

Si tú fueras capaz
de ver los ojos tristes de una lámpara y hablar
con esa porcelana que descubrí ayer
y que por un momento se ha vuelto mujer.

Entonces, olvidando
mi mañana y tu pasado
volverías a mi lado.

Se va la tarde y me deja
la queja
que mañana será vieja
de una balada en otoño.

Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados...

Reencuentros

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Hay personas que nos gustaría reencontrar en nuestras vidas. Con el paso del tiempo tendemos a idealizar la relación cuando esta ha sido buena. Cuando llega el reencuentro puede pasar que la persona o la relación que tanto añoramos, no es como la recordábamos y el reencuentro hace que se pierda todo eso que durante tiempo guardamos como preciado tesoro, el recuerdo.

Puedo decir que he tenido varios reencuentros en mi vida, no recuerdo ninguno que me decepcionara, incluso puedo decir que han superado cualquier expectativa. Creo que se debe a que no me hago expectativas tratando, hasta donde me es posible, de no idealizar ni a la relación ni a la persona, llegando con mi mejor disposición de hacer de ese nuevo encuentro una oportunidad de estrechar la relación.

Pero mi más reciente reencuentro, va mucho más allá de cualesquiera otros que haya habido en mi vida, por inesperado, por deseado, pero sobre todo por el tiempo transcurrido desde nuestra despedida muchos años atrás. Desde antes sabía que éramos diferentes y que nuestros caminos irían por rumbos diferentes también, no me equivoqué pero lo que nunca imaginé es que siendo hoy tan distintos, en los puntos en donde hemos encontrado coincidencias, son los que nos han permitido permanecer unidos durante tantos años, aun sin vernos, sin estar cerca físicamente cerca.

Me sorprende como nos leemos mutuamente y nos entendemos, a pesar de nuestras diferencias, que incluso pueden ser muy grandes en algunos puntos importantes, pero todo lo supera el gusto de estar juntos, de no querer alejarnos nunca más.

Me gustan los reencuentros, la experiencia que he tenido de ellos siempre ha sido excelente. Escribo esto porque creo que me hace falta un reencuentro, aprovechando que es abril y que este mes tiene un maravilloso encanto en mi vida, se me ocurre pedirle un deseo a la vida… volver a ver a Midori.