Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Ensayo sobre "La Chingada"

Todos los mexicanos sabemos que existe La Chingada aunque nadie sabe bien a bien en dónde se encuentra ese mágico, místico y misterioso lugar, no hay uno a quien no lo hayan mandado y siempre existe al menos uno a quien hemos enviado a  tan recóndito lugar, aunque no sea mexicano. Incluso a un extranjero se le manda con singular alegría y entusiasmo.

No todos van, yo mismo me resisto cuando recibo invitación, pero también existe otra posibilidad, acudir a tan célebre y mexicano sitio por voluntad propia, convencido y hasta con gusto. Irse a La Chingada es un privilegio de gusto exquisito, es liberador, catártico, desestresante, sanador y hasta terapéutico, mejor que el zen o el yoga e incluso mucho mejor que la visita al psicólogo o psiquiatra.

Cuando uno decide tomar el camino a La Chingada, lo hace como acto de valor, como deporte extremo, sabiendo que no hay retorno, que de ahí en adelante todo será cuesta arriba, que las cosas irán mejor y que se vislumbra un esperanzador futuro. No es para todos, solo para los audaces... o desesperados.

Pero hay algo de lo que nadie habla o no se percatan, el camino a La Chingada es recorrido por muchos, pero nadie conoce el destino final, ¡ese es el gran secreto! El placer morboso de irse a La Chingada consiste en tomar dicho camino pensando en que cualquiera conducirá hasta ese mitológico lugar.

Lo maravilloso consiste en que cuando uno toma el camino por propia voluntad, muy pronto se da uno cuenta que no va solo en el viaje, se encuentra a mucha gente conocida y desconocida también y asi el camino ya no es en solitario.

Por eso hoy he decidido caminar a tan ilustre lugar, solo para ver a quien me encuentro en el camino, tengo la sensación de que veré a varios de ustedes y eso me llena de alegría desbordante.

Así pues, tomo camino y los veo luego... muy pronto.

PS. Si me ven primero, saluden.

No hay comentarios.: