Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Perdido de amor

La fatiga, la inmensa
fatiga de los días repetidos.
(Toda alegría supone
algo de heroísmo.)

Admirable enemiga,
de ti nazco sufriendo.
(Arder: Así me miento
un alma iluminada.)

Y vivo de la muerte 
que me das sonriendo,
y muero en la dulzura
de tu vago silencio.

Amada, amada mía,
alta llama en el tiempo,
tú creas melodías
con pausas y secretos.

Y el hastío se alarga
de pronto en formas dulces,
y los días se nombran
según un sentimiento

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