Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Resumen I

Nací en 1958, un 9 de noviembre en el maravilloso puerto de Veracruz, esto lo sé porque lo dice mi acta, una noche de domingo, a las 20:30 horas, esto lo dice mi madre.

Cerca de los 5 años, recuerdo ser un niño consentido y mimado por mi madre, de mi padre poco recuerdo en este periodo, supongo que él me enseñó a nadar, porque según me dice mi madre, le gustaba llevarme a la playa y mostrar mis bracitos y piernas gorditos, no recuerdo que alguien me enseñara a nadar, nado desde siempre.

Mi abuelo materno Julio y un tío paterno Rafael son mi referencia infantil, uno me llevaba al parque y el otro a la matiné dominical de donde viene mi gusto por el cine y olor de las palomitas.

En el kínder mi gran amiga fue Chepita (años después supe que el nombre era por Josefina) y mi amor infantil, Maggi con todo y lentes y pecas, al día de hoy debo decir que Chepita era una niña realmente bella, aun cuando lloraba porque le jalaba las trenzas si veía a otro niño, también Adriana era bellísima, siempre me tocaba en los bailables del kinder, no así Maggi, sin embargo esta última me emocionaba de veras.

Chepita tenía una hermana mayor que al regresar de la escuela ponía invariablemente los disco de los Beatles, desde entonces tengo gusto por ellos, los asocio a cosas buenas en mi vida.

Tenía una vecina en el piso de arriba que era quién me cuidaba cuando mi madre tenía que salir, yo de 5 a 6 y ella de 12 a 13 años, me tocaba, me gustaba que lo hiciera.

También me gustaba mi dentista, a quien recuerdo guapa, pero lo que más recuerdo es el olor de su cuerpo cuando se inclinaba sobre mí para dar testimonio de mi brillante dentadura.

A los 7 años vivíamos en la Ciudad de México, el 2º año de primaria lo inicio en esta grande ciudad donde se da lo mejor de mi vida. Estando en 5º me enamoro de Martha de 2º y mi devoción llegó todavía hasta que estuve en 6º, también había una maestra, pero lo mío no era amor, solo pasión, sobre decir que nunca le dije nada y desconozco por qué ella me ignoró.

Mi vida sentimental y sexual se da casi al mismo tiempo, no sabía distinguir una cosa de la otra y las confundía con facilidad.

La hermana mayor de un compañero de la escuela fue mi institutriz en el arte del amor sexual, mi edad no importa pero estaba a punto de entrar a secundaria, desconozco las razones de ella, aunque durante un tiempo padecí, cuando poco después ella se aburrió de mí, de cualquier manera le agradezco tan noble y bello gesto.

Ella me enseñó a no correr, a tener paciencia, a tocarla en donde le gustaba y me lo hacía saber con pequeño y femenino gemido, fue un tiempo de inmensa dicha y sobre todo placer para mí.

Pero vinieron tiempos difíciles, como dije ella encontró suficiente de mí y me abandonó a mi suerte, nunca me enseñó a autocomplacerme, fueron días de desesperación y dolor físico y mental, mental y físico.

Las chicas de mi edad, ni siquiera habían desarrollado el busto y algunas todavía jugaban con muñecas, fue cuando en el momento de mayor desesperación un compañero de la secundaria me llevó a conocer otro mundo, el de las mujeres casadas que se relacionaban con menores.

Mujeres desesperadas por falta de atención por sus maridos, jóvenes todavía, guapas algunas, pero con un grande apetito sexual, que distendían con menores de edad, porque los tenían (a mi también) bajo control y costábamos menos, no fumábamos ni bebíamos, ellas no lo permitían tampoco, lo nuestro era asunto meramente sexual.

Es en esta época de adolescencia, ahora sé por qué se llama así, encontré de manera temprana la diferencia entre el amor y el sexo.

El amor lo representó Regalo (nombre ficticio, pero chica real) fue a primera vista, al menos para mí, se sabía bonita y lo usaba, pero yo había aprendido a hablar cómo a ellas les gusta, me habían enseñado grandes artífices de las mentiras, con estas herramientas no podía fallar y no fallé, fue mi primer amor y el momento culminante de nuestra relación fue al descubrir que el sexo y el amor pueden convivir y que esto es una experiencia religiosa que demuestra la existencia de Dios.

Pero como todo en la vida las cosas terminan, entonces llegó Ella... joven adolescente de piel morena y ojos verdes, de andar felino y largo cabello, que a su paso despertaba la mirada perversa de los hombres mayores. No pude ser la excepción, era demasiado felina y atrevida para mí. Me dejó una gran enseñanza… muy pronto.

Ella me enseñó, cuando tuvo necesidad de hacerlo, que hombres y mujeres somos iguales y que ellas pueden hacer las mismas cosas que nosotros, pero ellas con mejores armas y mayor sensibilidad.

Aprendí que el hombre engaña con el cuerpo y la mujer con el corazón, para nosotros esto es peor.

Gracias mujer morena por lo que aprendí y me enseñaste enredado en tu cuerpo y tu cabello, Dios te llene de Bendiciones por acompañarme en ese trance de mi vida, el tránsito de la secundaria al bachillerato.

Ya en el bachillerato y en pleno uso de mis facultades amatorias, me di a la interminable tarea de tratar de conquistar a cuanta mujer hermosa cruzara por mi camino, parecía que la fortuna estaba de mi lado como a continuación contaré.

Rondaba ya cerca de los 17 y me dedicaba a la práctica de la artes marciales, para pagar estas, mi profesor acordó que le ayudara en todas las clases y podía yo continuar gratis, trato justo que me benefició física, mental y sexualmente, que se concretó al recibir mi cinta negra y convertirme en competidor de full-contact durante algunos años garantizando así mis ingresos, fue una época inolvidable.

Sucedió un día que el dueño de un cabaret cercano a la escuela de artes marciales, se le ocurrió a buena hora tomar clase en mi horario como maestro, señor de edad, de mucho dinero y dudosa reputación. Para mi fortuna no llegó solo, sino acompañado de dos, primero, cuatro después, hasta un número no cuantificable de bailarinas de burlesque de un lugar cercano, que pusieron a prueba, mi capacidad física y mental, era el sueño de todo chamaco calenturiento, vuelto realidad.

Como todo lo bueno acaba y hasta la belleza cansa, terminé mi bachillerato y dispuesto a sentar cabeza inicié mis estudios de ingeniería civil, dedicado en cuerpo y alma a mis estudios y preparación en el full-contac. Pronto recibiría mi primer revés amoroso aun a costa de mi supuesta experiencia.

Le llamaré Marca, para guardar su privacidad, la conocí en una kermesse de un colegio exclusivo para chicas, todo se dio muy rápido y me sentí inmediatamente enamorado, guapa, inteligente, simpática, amable, ingeniosa… y mentirosa también. Esto último lo supe al final de una relación que duró exactamente una semana.

Cansado de no tener nada serio, con el ánimo de tener una real pareja, me enamoré como un casi joven adulto puede hacerlo, “hasta la manitas”, solo diré que para la última cita compre un ramos rosas rojas y dos tarjetas, una jocosa y la otra formal, no conocía bien a bien sus gustos, era la primera vez en mi vida que hacía tal cosa, afortunadamente no la última, quede en pasar por ella a la escuela, pero no la vi salir, su mejor amiga, me informó que ella, Marca, había salido más de media hora antes.

El final es fácil de decir, me plantó… cuando llamé a su casa escuche claramente cuando Marca le decía a su hermano, “si es él dile que no estoy”. Tiré las rosas y las tarjetas e hice lo que se debe de hacer ante tal situación… emborracharme, solo que esperé dos días para hacerlo, fue en la escuela de ingeniería, participó todo el grupo, iniciamos desde la 9 de la mañana y terminamos más o menos hasta las 10 de la noche.

Nunca imaginé que el dolor amoroso tuviera tantos seguidores, mis compañeros de generación nunca han olvidado esa mega borrachera, creo que algunos la añoran, yo dejé de beber los viernes como lo hacía en bachillerato y me he conservado más o menos abstemio, así de mal me fue que semanas después del evento, el agua sabía a alcohol.

Lo mejor estaba por venir…

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