Nos separaba la carne y el hueso,
nos separaba la sombra y el bostezo,
nos separaba la crueldad de un jardín
sin rosas, sin verde, sin acceso.
Nos separaba la noche y el jazmín,
nos separaba la luna y su deceso;
nos separaban los días de abril,
las notas de sal y los excesos.
Nos separaban los sueños que perdí,
sentado bajo la sombra de un cerezo;
Nos separaban los sueños por venir,
los que no encontré, los que no detecto.
Nos separaba la carne y el hueso,
los cuentos de añil y de rimas y de versos,
nos separaba tu cuerpo de perfil,
tu risa de canela dulce y festejo.
Nos separaba la estrella primera,
la última, la de en medio;
nos separaban las palabras nunca dichas
y aquellas que tanto se dijeron.
Nos separaban las millas,
las olas, las montañas, las horas;
nos separaban los días, los minutos,
las horas, las vidas.
Nos separaban la carne y el hueso,
el viento y la tempestad,
el frío de enero.
Nos separaban el suelo y el mar,
las risas y los festejos;
nos separaban las luces de Enón,
los cánticos, los encierros.
Nos separan la brisa y la humedad,
la nota amarga, la lágrima en el tintero;
nos separaba la quietud y la ansiedad,
las ganas de amar sin miedo.
Nos separaba la amarga soledad,
la distancia, el amor primero;
nos separaba el olor a temporal,
la tierra mojada, el agua en el suelo.
Nos separaban los miedos, los fallos,
las heridas y el desconcierto;
nos separaban los días por llegar,
los que nunca llegaron, los que se fueron.
Y así, nos separaba tanto,
que tanto amor se volvía ajeno,
pero te volvía a amar,
amando tu desaliento.
Y así, te volvía a amar,
y así, amándote me sentía ligero;
lanzándome a la mar, al vacío,
al matadero.
Y nos separaba tanto,
y tanto amor parecía un flagelo;
parecía no saber que sentir,
parecía sentir un anhelo.
Y tanto nos separaba,
y tanto nos volvía a juntar,
que juntando ganas de amar,
recogía a puños destierros.
Y entonces, te volvía a amar,
y entonces, todo recobraba su toque sereno;
y me lanzaba a la mar,
buscando reducir tanta soledad, tanto desconsuelo.
Y tanto te anhelaba, que tanta distancia volvía a separar,
que tanto miedo se volvía a posar,
que tanto amor se esfumaba en el sereno.
Y nos volvíamos a separar,
separados por carne y hueso;
separados por la ansiedad,
por los temores y los destierros.
Y tanto nos separaba,
y tanto nos volvía a juntar,
que amándote me alejaba,
y alejándome te volvía a amar.
Nos separaba la carne y el hueso,
nos separaba la sombra y el bostezo,
nos separaba la crueldad de un jardín
sin rosas, sin verde, sin acceso.
Nos separaba la noche y el jazmín,
nos separaba la luna y su deceso;
nos separaban los días de abril,
las notas de sal y los excesos.
Y yo te volvía a amar,
separando carne y hueso,
sueño y mar.
Y te amaba,
amando tu
lejanía...
y el mar. :D
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