Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

El juicio de un enamorado

- ¿De qué se le acusa? - De amar señor juez.
- Eso no es delito. - Es que amo pacientemente.
- Eso tampoco es delito.  - Es que amo sin envidia.
- Eso no es delito, le digo. - Es que no soy jactancioso en el amor.
- Ya le he dicho que eso no es delito. - Tampoco soy orgulloso con este amor.
- No hay motivo para condenarlo. - Ni actúo con rudeza ante este amor.
- No me quite más el tiempo. - Ni soy egoísta al amar así.
- Basta de palabrería. - No me enojo fácilmente ante este amor.
- Ha de ser por paciente pero mi paciencia se acaba. - Y no le guardo rencor al amarla así.
- ¡Basta ya! - Ni me deleito en la maldad por este amor.
- ¡Fuera de aquí! - Todo lo disculpo por amor.
- Me está colmando la paciencia. - Mi amor no se extingue, crece a diario.
- Dígame, ¿por qué quiere que lo encierre? - No quiero que me encierre, sino que me condene a muerte porque duele sentir este amor que me quema y me calcina.
-¡Policías! ¡Saquen a este romántico de la sala y traigan a la culpable de inspirarle tal sentimiento, la condenaré a cadena perpetua por desdeñar un amor así!

Fuente: 1 Corintios 13:4-8 NVI


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