Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La discusión

Todos los enamorados tienen en algún momento discusiones,  la Princesa Ángel y el Caballero de la Rosa también las tenían ocasionalmente, como otras parejas, no eran frecuentes y tampoco intensas en la mayoría de las veces, pero cuando ocurrían ella no entendía de razones y todo su amor se convertía en intolerancia, pero invariablemente concluían en un beso y un abrazo y olvidando todo aun sin haberse puesto de acuerdo.

La princesa se había acostumbrado a que su amado acudiera en cuanta ella lo requería, aunque no siempre era posible, cosa que la ponía de muy mal humor e invariablemente desconfiaba, sin ningún motivo, de él. Por otra parte al caballero le disgustaban los largos silencios que tenía la princesa en ocasiones pasadas cuando escapaba sin decir nada ni contestar al llamado de aquel.

Para entrar al castillo, el caballero debía esperar al llamado de la princesa, así sabría que todo estaba despejado y que nadie los descubriría. Así había sido siempre, y así era ahora desde que el caballero había recuperado la vida en los brazos de su ángel.


Esa noche como todas las demás el caballero acudió al castillo a esperar el llamado de su princesa… pero no llegó.  Esperó y esperó hasta que decidió sentarse al lado de la puerta secreta hasta que el sueño lo venció.

Llegó el amanecer y el caballero seguía dormido, tenía que hacer su labor con los aldeanos que lo esperaban, Corcel lo esperaba más allá del castillo pues era quien lo llevaba y lo traía. Se levantó sobresaltado al ver que se le había ido el tiempo y corrió al encuentro de Corcel que ya venía por él.

Mientras galopaba hacia una de las aldeas, por la mente del caballero cruzaban miles de pensamientos, entre ellos el más profundo era el de que su amada se había vuelto a refugiar en su silencio y no le gustaba en lo más mínimo. Así galoparon hasta una parte del arroyo de los Suspiros donde se bañó apresuradamente para continuar su camino hacia la aldea en donde ya lo esperaban los aldeanos extrañados del retraso del caballero quien los había acostumbrado a su puntualidad.

Mientras tanto en el castillo la princesa escribía explicando que había sucedido la noche anterior. La salud de ella había estado afectada por un largo tiempo, un padecimiento extraño que ninguno de los mejores magos del castillo había podido descifrar y por la noche ella se desvaneció hasta la madrugada, se asomó por su ventana y al ver a su amado caballero dormido no quiso despertarlo, pues lo encontró profundamente dormido y ella no se sentía bien y mucho menos hermosa para que él la viera, era muy vanidosa y siempre quería que su amado la viera resplandeciente y deslumbrante, sin importar que él siempre le había dicho que no le importaba como estuviera, que lo verdaderamente le importaba era estar con ella.
 
Mientras el caballero galopaba fueron llegando hasta él algunas palomas mensajeras provenientes del castillo, sabía que eran mensajes de su princesa que solo recibió sin leer pues tenía el compromiso de llegar con los aldeanos, la llegada de los mensajes lo tranquilizaron, no había un silencio de parte de ella esta vez, así que sus pensamientos se tranquilizaron y solo esperaba el momento oportuno para leer uno a uno los mensajes que disfrutaba leer, con calma y en orden y que además frecuentemente releía.

Era mucha la tentación de leer los mensajes de su princesa pero tenía la responsabilidad de trabajar con su princesa, la ansiedad por saber que le decía lo devoraba, así que ya no aguantando más determinó un descanso para los aldeanos, se instaló cómodamente bajo un árbol para leer con tranquilidad.

Primero la disculpa de la princesa explicando su desvanecimiento en la noche anterior, el caballero sonrió, después la explicación de que por qué no quiso despertarlo, el caballero suspiró. Más adelante le contaba de lo mal que se sentía físicamente, el caballero se preocupó. Finalmente como no había recibido respuesta a los mensajes anteriores, un mensaje final: “No te importo… ni modo”, el caballero se enojó, no le gustaba que la princesa desconfiara de él, sin motivo ni razón y sabiendo cuán grande era su amor por ella.
Había mantenido consigo a la última paloma mensajera… empezó la batalla… de mensajes.

Él tratando de explicar la razón por la que no había contestado, ella tratando de justificar su enojo con él por no contestar.

Por la tarde al terminar sus labores el caballero se dirigió al Palacio Real y a medio camino se encontró con la Princesa Ángel que a pesar de sentirse enferma corrió al encuentro del caballero, ambos hechos una furia… una furia de amor.

Empezaron las recriminaciones, los dimes y diretes, los reclamos de ambos lados, salpicado de te amo entre todo lo que se decían. Sin darse cuenta ambos llegaron al Bosque Encantado, al llegar princesa guerrera como era, ordenó.

-¡A la cabaña!
-¡No! Contestó el caballero.

Ella obediente como era, caminó…  hacia la cabaña, seguida del caballero que cuando ella lo sintió suficientemente cerca lo tomó de la mano, se sonrieron… y continuaron discutiendo en todo el camino, en algún momento ella le dijo:

-Te amo, pero estoy enojadísima contigo. Dijo ella no precisamente con esas palabras pero es menester proteger la reputación de la princesa.
-Te amo, estoy enojadísimo contigo pero en este momento lo único que me importa es tu salud. Contestó el caballero no precisamente con esas palabras pero es menester proteger la reputación del caballero.
-Aun enferma te gano. Contestó altiva y orgullosa la princesa… profundamente enamorada también.
-Así no me duras ni un segundo. Replicó el caballero, altivo y orgulloso… profundamente enamorado.
-Eso crees, ¡tonto! Contestó dulcemente la princesa.
-Y sana no aguantas un pleito conmigo ni siquiera tres minutos, ¡tonta! Contestó tiernamente el caballero.

Estaban verdaderamente molestos uno con el otro, pero era más grande el amor que se profesaban que cualquier discusión, entre risas, miradas tiernas y retos constantes siguieron discutiendo hasta entrar a la cabaña, donde ella se fue despojando de su ropa mientras caminaba decidida hacia el lecho del  caballero a quien no soltaba de su mano, él hacía lo mismo, estaban enojados, pero se amaban enloquecidamente, de la cabaña salían resplandores… y chispas.



Ella lo empujó sobré el acogedor lecho, inmediatamente se montó sobre él para demostrarle que podía vencerlo, pronto la situación cambio y él estaba sobre ella, pasaron algún tiempo cambiando posiciones y mostrando cada uno su altanería, seguían discutiendo, entre risas, besos y te amo.

Ninguno ganó, el amor fue el gran vencedor.

Por la noche el caballero llevó a la princesa hasta el palacio para acompañarla toda la noche, sobra decir que se siguieron amando hasta el amanecer.

¿Qué pasó con la discusión? Quedó atrás, relegada, olvidada, nada era más importante que el amor que ellos se tienen, un amor único, excelso… divino.

No hay comentarios.: