Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Serio y profundo

En el Palacio Real no saben del romance entre la princesa y el caballero, o al menos eso pensaba la princesa.

Sucedió que un día en medio de su trabajo real, una joven y bella infanta, maravillosa, tierna, dulce y muy inteligente, muy cercana y amada por la princesa y quien descendía de ella en linaje directo, sin mayor preámbulo y con la confianza que tenía le preguntó:

-¿Te dejó el caballero?, eso te pasa por tener un amor tan lejano, seguro se enamoró de una linda aldeana. Dijo bromeando la infanta.

-¿Es ese el motivo por el cuál no duermes verdad? No te preocupes él no sabe lo que perdió al dejarte. Agregó sin la menor compasión hacia la princesa.

-Él nunca me ha dejado, yo me fui… y regresé. Dijo la princesa una vez repuesta de la inicial sorpresa por la franqueza de la infanta.

-No sé qué tan serio y profundo sea lo de ustedes, pero el caballero es un hombre de un gran corazón, no está bien que te vayas y regreses a placer. Dijo la infanta con seriedad y contundencia absoluta, después acarició el negro y largo cabello de la princesa, con una ternura indescriptible, pues entre ellas había una relación de profundo amor, cariño y respeto. En ese momento la princesa se sintió mejor de que su secreto descansara en la joven y bella infanta y admiró la madurez y sensatez con la que crecía más allá de su juventud.


Tal vez era tiempo de encontrar el momento adecuado y abrir sus corazón con la infanta, pues tenía en ella no solo a una confidente, sino a un ser maravilloso llena de virtudes e inteligencia inigualable y que además tenía simpatía por el caballero a quien también conocía y sabía que él no sería incapaz de hacer cualquier daño a la princesa.

Quedaron en la cabeza sorprendida de la Princesa Ángel dos palabras; serio y  profundo. Nada más serio y profundo es el amor que ambos se profesan, más allá del tiempo y la distancia, un amor que eleva, que irradia, que ennoblece y enaltece, un amor puro y sincero, un amor que siempre había anhelado y que nunca imaginó encontrar en un caballero de tan lejanas tierras. Un amor correspondido más allá de cualquier prueba. Un amor verdadero. Así es el amor que los une.

El Caballero de la Rosa también sentía un gran cariño por la infanta a quien conoció antes que a la princesa y le pareció un joven maravillosa y excepcional, ella había crecido bajo el cuidado y protección de su amada Princesa Ángel y ella honraba con creces el amor y el cariño con el que había sido educada.

En algún momento pensó el caballero pedirle a la infanta que le diera el beso más tierno del que fuera capaz a su princesa y después le dijera que ese beso se lo enviaba él. Pero le faltó valor para pedir el anhelado favor, ante su princesa era total y absolutamente vulnerable, pues la amaba tanto que no usaba escudo ni armadura ante ella, era débil ante la sola mirada de ella, una mirada llena de amor que lo hacía flotar, nunca antes había vivido esa experiencia, por eso llenaba de amor a su amada, la cuidaba, la consentía y la malcriaba, era el gran amor de su vida, así lo sentía y vivía para ella.

Esa noche la princesa fue al encuentro del caballero para contarle su conversación con la joven infanta, pues ellos compartían todo, no había secretos entre los dos, estaban muy compenetrados, muy unidos, tenían un vínculo que los ataba fuertemente, el amor.


El caballero no se sorprendió tanto de que la infanta supiera de su amor, él ya lo imaginaba, sino de las palabras contundentes de la infanta hacia la princesa, no imaginaba la simpatía que aquella sentía por él, pues esa joven había logrado ganar su aprecio y cariño sinceros desde el día en que se conocieron.

Por respuesta el caballero le pidió un favor muy especial a su princesa:
-Esta noche al despedirte de la infanta dale a la infanta el más bello y tierno beso en su frente, luego le dices que se lo envía el caballero.
-Si preguntara ¿por qué? Dile porque le tengo un gran cariño por ella misma.

La princesa accedió y se refugió en los brazos de su ser amado, esa noche los cobijó la luna y las estrellas, hasta que llegó el amanecer.

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