Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La Rosa Durmiente


Los enamorados riñen en ocasiones pero este par, la Princesa Ángel y el Caballero de la Rosa es peculiar hasta en la forma de hacerlo. El no deja de tratarla con palabras tiernas y ella no deja de mirarlo con el más tierno amor.

Ambos buscan terminar pronto, por fiera que sea la riña, para refugiarse uno en los brazos del otro y dejar que su amor fluya entre, adentro y alrededor de ellos. Ese lazo aunque invisible, muy presente y perceptible para todos los seres del Bosque encantado.

Ambos son buenos combatientes, fieros, intensos, sin pedir ni dar cuartel cuando riñen, luchan con la cabeza pero siempre les gana el corazón. Los habitantes del bosque se alejan cuando esto suceden, por discreción y respeto a su privacidad, pero saben que usualmente llegará a buen fin, que ellos lograran un final feliz, sin vencedores ni vencidos, el amor siempre sale triunfante y fortalecido, entre ellos comentan y algunos apuestan quién le dará el primer beso a quién, para terminar la discusión. Nada importa más que el amor que se profesan, cultivado a través del tiempo con paciencia y dedicación, con ternura y cariño, con besos y caricias.

En esta ocasión todo comenzó por el reclamo del caballero hacia la falta de atención de su princesa, su alejamiento y su silencio cada vez más largo, se sentía relegado, olvidado, desatendido por la rutina real de su princesa. Todo iba muy bien, hasta que ella malinterpretó una de las palabras del caballero e inició el torneo. Ella acostumbra a tergiversar las cosas cuando se ve perdida, él la conoce y sabe que sucederá de un momento a otro, ambos se conocen tan bien. Cuando esto sucede, la discusión cambia hacia la interpretación de la princesa, que en este caso se aferró fuertemente hacia algo que el caballero no dijo, que la iba dejar de amar, nada más alejado de la realidad cuando ella es el amor de su vida y a la respuesta de ella: “No me importa”

Ahora todo se reducía tratar de explicar lo que él no dijo y conocer si le importaba a ella o no, mientras esto sucedía, él no dejaba de tratarla con ternura, con cariño, con amor, ella lo veía con sus ojitos llenos de tristeza, pues estaba segura de lo que había escuchado, así se fue el tiempo, muy corto hasta que surgió un “Te amo” de los labios de ella, como queriendo poner punto final a la discusión, nadie se dio cuenta como pasó, pero ella estaba recostada junto a él, los “Te amo" iban y venían entre los dos, él la acurrucó en su pecho, ella no dejaba de suspirar y enviarle besos, él hacía lo mismo completándoles con palabras tiernas y dulces, llenas del más profundo cariño y amor, hasta que ella se durmió en sus brazos, relajada, en paz, enamorada.

Al caballero le llena de profundo placer verla dormir, pues el sueño de ella es frágil, inconstante, muchas veces pasa mucho tiempo sin conciliarlo, excepto cuando está con él, que la arrulla, le habla suave, la cuida como su niña mimada, traviesa y malcriada, ella se deja consentir por él, su gran amor.

Durante el sueño, ella balbuceaba, “Te amo”, “No me dejes nunca” y palabras que venían se su subconsciente, cuando sus defensas están caídas debido al sueño, que le regala al caballero ante la seguridad de sus brazos. Él estuvo con ella toda la noche, cuidándola, vigilando su sueño, admirando la belleza en su cara de niña traviesa, que aun dormida le mandaba besos de vez en vez, siendo el regocijo del caballero y haciéndole sentir cuanto le importaba tenerlo cerca.

Así transcurrió la noche, ella dormida en sus brazos, dócil, indefensa, entregada en cuerpo y alma al amor de su caballero, ese que era solo suyo de nadie más, se sabía correspondida más que plenamente, solo con él se comportaba como niña, ella que era una gran mujer que dirigía un reino, se mostraba vulnerable ante tanto amor que la sometía y la dominaba. Él solo la miraba, la admiraba en todo su ser y se sentía bendecido por tener el amor de ella, nunca había cruzado por su mente abandonarla, no deseaba hacerlo, no sentía hacerlo, pues ella es el amor de su vida y juntos son uno solo, que se entregan, se comprenden, se acompañan y se apoyan además de amarse con una intensidad más allá de ellos mismos.

Esa noche ella durmió en sus brazos y el tocó el cielo de la felicidad, así de grande es el amor de ellos, así de grande es el amor verdadero.

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