Esa noche los rodeaba una profunda tristeza, Entusiasmo con
el poder que tenía de pasar inadvertido lucía de color negro, pues al igual que
al caballero esa noche la alegría había escapado de su corazón. El joven dragón
reposaba la cabeza sobre las piernas de su amigo, no cruzaban la mirada, ambos
tenían la mirada perdida, ambos afuera de los aposentos de la princesa.
Como siempre se comunicaban con el pensamiento, no eran
necesarias las palabras, estas en algunas ocasiones son fuente de malos
entendidos, ambos lo sabían por eso desde el principio se comunicaban solo a
través de sus sentimientos.
Ambos amaban profundamente a la princesa, de diferentes
maneras, Entusiasmo se sentía bien con ella, pues conocía los sentimientos de ella
hacia el caballero, conocía sus más profundos pensamientos y sabía que en
muchas ocasiones decía cosas que en realidad no sentía, eran su escudo y su
defensa, para no ser lastimada, pero su corazón era más grande que su razón. El
caballero había aprendido a amarla tal como era, en ocasiones ella la emprendía
contra él sin causa aparente y este solo la amaba sin intentar comprenderla,
ella le decía que él era responsable por malcriarla y
consentirla, él lo hacía porque la amaba con el más intenso y profundo amor,
sin importar como fuera ella con él o lo que dijera estando enojada, de este
modo él había conocido la fortaleza de su amor por ella, él había aprendido con
ella el significado y el valor del amor verdadero y ella lo inspiraba y lo hacía volar, ella
será por siempre el amor de su vida.
Entusiasmo le instaba a volver al Bosque Encantado, dónde la
tristeza y el dolor desaparecen mágicamente, pero el caballero no pensaba
volver, los seres del bosque lo habían
visto triste muchas veces en los últimos días y pensaba que ellos no se
merecían eso.
“Cómo es posible que alguien tan fiero e imbatible en el
combate, fuera tan sensible y vulnerable ante ella”, preguntaba el joven dragón
al caballero, este siempre con el pensamiento le contestaba, “Porque ella no es
el enemigo”, agregando “Es el amor de mi vida” y dejo que mis sentimientos por ella me guíen, volviendo a guardar silencio.
Cuando se percataron que la princesa despertaba el joven
dragón disminuía su tamaño, otro de sus dones y se guarecía en el rincón en
donde ella lo había olvidado. Por su parte el caballero emprendió el viaje de
regreso seguido muy de cerca por Corcel, a paso lento y en silencio, esta vez
no iba a su cabaña, las obligaciones del día no le permitían descansar, fue
directo al Lago de los Enamorados.
Mientras se acercaba al lago el campeador iba despojándose
de su espada, el escudo, el yelmo, para finalmente quitarse sus ropajes, las
aguas del lago tenían el don de curar las heridas, pero la herida del caballero
era muy profunda, por no escoger las palabras adecuadas ofendió sin pretenderlo
a su princesa.
Dicen que el corazón no es de quien lo rompe, sino de quien
lo repara, ¿pero que sucede cuando quién lo repara es precisamente quien lo
rompió?
Las aguas del lago se sentían como sutil caricia en el
cuerpo del caballero mientras caminaba lentamente, desnudo, totalmente
indefenso, hasta que el agua cubrió su cuerpo. Paso un largo rato dentro de las
suaves y refrescantes aguas, tratando de poner en orden sus ideas, últimamente
pasaba mucho tiempo solo, quizá demasiado…
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