Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La Cueva y la Aldea de los Magos

En algún lugar del Bosque Encantado existe un lugar que solo conoce el Caballero de la Rosa; la cueva.  Es una enorme cueva  donde un río subterráneo con aguas poco profundas y cristalinas,  la divide en dos a lo largo de su recorrido. En la parte más alta de la misma existe un hueco por donde se puede ver una perenne luna llena, que ilumina una parte de la cueva con una tenue luz.

La princesa todavía no la conoce, hace mucho tiempo que no visita el Bosque Encantado, este ha sido creado al gusto pleno de ella, pero la cueva la descubrió el caballero durante un paseo en el bosque.

Desde hace tiempo él ha escogido la cueva para bañarse, al cubrir su cuerpo con las frescas aguas del río siente los brazos de su amada rodeando su cuerpo y sus manos acariciándolo. Así que ahora que ella no lo puede visitar por serios problemas en el reino, el la siente diariamente cuando acude a la cueva, especialmente por la noche cuando se baña a la luz de la luna.

Esa noche fue diferente, se dirigió a su nuevo lugar, pero se sentía cansado, desde hace varios días Corcel pasa mucho tiempo a su lado, acompañándolo, cuidándolo, pues a notado que la salud de su amigo ha venido mermando, el caballero no le ha comentado nada a su princesa para no alarmarla, ella ya tiene suficientes problemas es su reino. Corcel decidió subirlo a su lomo y llevarlo a paso lento, apreciando el camino. 

Al llegar él se recostó en un pequeño recodo de la cueva, donde el agua del río parece interpretar tiernas melodías, hasta quedarse dormido.

En sus sueños ella siempre llega con la mirada que lo enamoraba y la sonrisa que lo hace suspirar, está vez no fue diferente, excepto que al despertar el caballero no estaba en la cueva, sino rodeado de pócimas y aldeanas vestidas de blanco, yendo y viniendo de un lado a otro en sigiloso y silencioso andar.

Al principio se sentía confundido por desconcertada donde se encontraba hasta que en un pequeño grupo de personas distinguió una cara conocida, el aldeano que cuidaba su salud. Ellos eran los magos, así los conocían los aldeanos, aquellos se esmeraban en desentrañar los secretos de la vida y la salud,  siempre estudiando y rodeados dé pócimas. Ahora el caballero sabía en donde se encontraba; la Aldea de los Magos.

Durante su sueño su salud mermó y Corcel lo llevó hasta donde sabía podían atender a su amigo y cuidar de su salud, esta que poco a poco desmejoraba y entristecía al caballero.

Los magos y las aldeanas que los ayudan comentaban sorprendidos un hecho inexplicable, el campeador no tenía corazón, en su lugar había muy dentro de su pecho la más bella rosa que nunca vieron ojos humanos, latía y en cada latido llenaba al guerrero del más profundo amor, el amor que lo vincula a la Princesa Ángel.

Sabían del Caballero de la Rosa, pero muchos pensaban que solo era un romántica leyenda, ahora lo tenían frente a sus ojos y todo sería un hecho jubiloso de nos ser por la salud del enamorado guerrero que no estaba en las mejores condiciones. Ahora estaba consciente, mejor y solo deseaba su mirada y su sonrisa. No sabía de ella y quería acompañarla ahora que siente que lo necesita pero no lo dejaban salir, no hasta que se encontraran seguros de él estaría bien. Entonces fue que descubrió que estaba fuertemente atado al camastro donde yacía.

En la mente del Caballero solo había un pensamiento; la Princesa Ángel.

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