Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Que te acaricie yo, tus pechos, ave

Que te acaricie yo, tus pechos, ave,
como rezar las cuentas de un Rosario,
y que mi amor, badajo y campanario,
te lo repique yo, que yo te clave.

Que sean mis manos, de tus muslos, llave.
Tu Rosa, de mis dedos, relicario,
y en su fronda la lengua de un canario
con mi lengua, la sal, que yo te lave.

Nada más eso pido, quiero, ruego.
A eso me dedico y a adorarte
a quererte, y a eso me consagro.

Y te juro, las manos sobre el fuego,
que volveré otra vez a codiciarte
cada vez que cumplas el milagro.

No hay comentarios.: