Peleaban seguido pero no se dejaban, eran intensos y apasionados y se gustabano mutuamente, tanto que no podían separarse ni lo deseaban.
Así que un día ella lo confronto, segura de sí misma como era, lo miró fijamente a los ojos y sin parpadear le dijo:
-Pídemelo ahora.
Llevaban días amándose como locos y él quería preparar algo hermoso para ella llegado el momento. Y al parecer el momento llegó exigido por ella.
Sin dudarlo, él tomo aliento y tomo sus manos, las de ella, mirándola fijamente y con serenidad sin prisa pero sin pausa le dijo:
-Mi bella peleonera no sabía que me hacías falta hasta que llegaste y no quiero dejarte ir.
-Quiero hacerte una propuesta seria y formal como el sentimiento que tengo por ti.
-No te propongo una eternidad pero me comprometo a luchar por tu amor día a día, sin importar nubes grises, buscaré la firma de regalarte un arcoiris.
-Quiero ser en quien te apoyes para seguir adelante, quiero ser el depositario de tus secretos, quiero ser el hombre en quien confíes plenamente y que llegues a amarme con una intensidad inimaginable.
-A todo eso me comprometo contigo si me aceptas, si quieres creer en mi.
-Te pido desde el fondo de mi corazón y de mi ser, que seas mi novia y dedicarme a conquistarte día a día.
-¿Me aceptas? ¿Quieres ser mi novia?
A pesar de su rebeldía, ella sentía un revuelo de mariposas en su estómago y un cosquilleo entre las piernas.
Lo abrazó y lo besó intensamente y luego de ese beso contestó bajito y acurrucada en su pecho y rodeada por sus brazos:
-Sí quiero.
¡Es muy hermoso!¡Qué pena en la realidad seamos tan cobardes!
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