Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

No puedo...

No puedo sacar tu olor de mi pecho de mis manos. de mi piel, de mi pensamiento; quiero hacerte feliz hasta el cansancio aunque los dos sabemos que tal cosa no existe y viajar entre tus muslos, entre tu piel, entre tu cuello, entre tus mejillas, usar tus orejas como paradero sólo por ser el primero que toca tus labios. No le he dicho a nadie que eres perfecta por si luego quieren conocerte, que eres malditamente hermosa, con el cabello suelto o recogido, vestida de domingo por la mañana como quien impone una moda en lugar de seguirla. Que aún no he decidido si te ves más guapa con un vestido puesto o completamente desnuda. Pienso en ti cuando despierto, cuando leo cuando tengo tantas cosas pendientes y tú sales a mi encuentro con cualquier pretexto. Pienso en ti cuando cocino, en la calle también cuando camino; pienso en ti cada vez que miro a otra, y me entran ganas de que estés en todas partes. Si no es contigo, si no es mi lengua bajo tu ombligo, si no es con mi cabello entre tus dedos, mi boca entre tus piernas, la vida me parece una triste canción sin estribillo. Quiero hacerte gritar de tanto éxtasis hasta que seas incapaz de olvidar mi nombre; acompañarte en tus malos ratos y secar tus lágrimas resbaladizas cualquier dia en que a la felicidad se le da por convertirse en humo. Y atrapar tus sueños entre mis manos. Compartir tu lado más iluso. Decirte que no estás sola, ni un ápice, ni siquiera cuando el sol se oculta y un enjambre de recuerdos nos hacen mella en la memoria.

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