Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Lo que me enseñó el frío...

Lo que me ensefro el frío me azota Ia memoria como si Io hubieran quemado en mi piel. Hacía seis veranos que el invierno no llegaba, hasta que cada mar de Ios siete mares Ie dio una tregua al viento. La Iuna cansada del mismo reflejo despeinado se extrañaba como si la hubieran pintado de ruidos. El invierno Ilegó en tres mañanas -y si alguien Io hubiera sabido, en un pasado mañana- como si siempre hubiera estado ahí, besando Ia puerta del verano cansado, enamorándolo por vencido, esperando su tiempo para darle a dos amantes desnudos un buen golpe de frío. La luna se miraba en el mar muerto que de nuevo era espejo. Yo miraba el agua y me preguntaba: ¿Cuando muera, quién va a tocar mi guitarra?

No hay comentarios.: