Con el paso del tiempo vamos aprendiendo a disfrutar de todo al máximo. No merece la pena perder el tiempo con enfados tontos, cuando puedes disfrutar de todas las sonrisas que te sabe provocar esa persona que te mira con ojos de quererte sin límite.
Charlas hasta bien entrada la madrugada, tardes de sofá con silencios que significa que estás tan bien que no te moverías de ahí.
Decir todos los «te quiero» que sientas, que la vida es corta y contigo pasan a la velocidad de un ave. Dar un poco el brazo a torcer, adaptarse y no perder un mínimo de los que podemos velar. Saber que lo que nos late del lado izquierdo tiene espacio sin límite de tiempo. Hasta que dos ancianos vuelvan a sonreír recordando el sitio en el que quedaron por primera vez.
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