Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Como un pequeño ojo que mira hacia la muerte

te vi desnuda y sola,
justo donde te puse
(quizás al referirme a ti
y por elegancia deba
decir te recosté)
eras distinta a todos
los demás. te advierto
que por lo regular no presto
demasiada atención. llevo aquí
muchos años, pero el cabello
suelto, tu sonrisa,
las ganas de vivir que desprendían
tus ojos.
el cuerpo joven, casi perfecto,
de no ser por ese pequeño golpe
de picahielo abajo
del finísimo pezón.
seguro que comprendes:
es difícil que alguien
como tú se asome por aquí
tienes un defecto que incluso luce bien,
como un pequeño ojo que mira hacia la muerte.
es mejor que no escuches (me estoy poniendo cursi)
de un momento a otro
podría confesar que empiezo a amarte,
que quisiera que ese redondo ojal
no hubiera sucedido;
pero entonces (lo he pensado dos veces)
jamás habría llegado a tanto gozo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario