Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Magma animal

Un mar de lava ruge en las noches al pie del observatorio donde nos damos cita. Del lugar secreto donde nuestras pasiones pueden por fin expresarse, reconocerse y crecer sin ser vistas ni juzgadas. Ahí nos concentramos en recorrer nuestros cuerpos, en darnos la felicidad de ir al fondo de nosotros mismos. Y, así concentrados, al principio no nos dimos cuenta de que cada caricia iba despertando a ese río de lava que parecía muerto. Yo había oído de amantes que escucharon claramente rugidos de leones mientras hacían el amor en hoteles clandestinos. Pero nunca supe de lava animal que despertara al animarse la sangre enamorada. Y peor aún, esta lava se levanta como un oleaje lento y decidido a ser montaña por encima de nosotros. Cuando lo vemos nos atemoriza. Casi nos devora. Pero en el fondo nos alegra saber que tan sólo es la forma de la pasión que nos une en la cima de nuestro mundo apasionado. Si estas líneas se interrumpen, será porque esa lava enrojecida de deseo: nuestra espuma incandescente levantándose, habrá avanzado hasta mi lengua erguida como un observatorio en tu montaña, deseoso de hundirse en ti, ciego ante la certeza del silencio mineral que siempre impone el fuego de los amantes. 

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