Queriendo de lejos, mordiendo un limón. Jugando con hielo, bebiendo el pudor. Sonriendo, porque todavía es gratis mientras cierran los bares y abren las calles. Y la miro y nos entendemos y aunque no fuma me pide fuego. Y el humo se mezcla con el humor y la noche se emborracha de ganas de vernos vivos. Y no me pregunte por qué me faltan las palabras. Y tampoco me pregunte si es viernes, agosto o llegó septiembre, si los dos sabemos que nada importa mds que el hoy. Su almohada y la mia de blancas no tienen nada, y si posa la cabeza es posible que le cuenten cosas que quizás no crea. Pero así son las plumas, chismosas y desordenadas, aplastadas y celosas. Así que le propongo una historia donde la noche no termina y la mañana nunca llega, y no nos alcanzan las sábanas y nos encuentra el azúcar y el aroma del café.
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