Le azoté,
no quería,
pero le azoté la mente
y se corrió sobre mis versos.
Dejó su orgasmo derramado
entre mis palabras
y sintió volar,
pero yo no la toqué.
Ella me leyó a escondidas
y mis palabras
hicieron el resto del poema.
Me lo confesó entre copas,
y esa noche sobraron las palabras.
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