Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Sal de mar

Dicen que el verano es la brisa que cicatriza la piel de las heridas que nos hacen el resto del año. Que el olor a playa baja el ritmo de las pulsaciones, las alergias y relaja la conciencia. Que el sol colorea los días y así es imposible no querer quitarse la ropa. 

Yo creo que sí hay algo de magia en el mar, lo llevan las olas. Lo dice un chico que siempre volverá a la montaña cuando vuelva la noche. Alguien que se conforma con la sal que deja el agua que se seca en cuanto pasa el tiempo. 

Las sal del mar es como los mejores besos, se queda ahí, entre los dedos, entre las ganas de volver y repetir, hasta que se nos arrugue la piel. 

No saben donde quedó el mes de abril, mientras aplauden el final de mayo y lloran a principio de septiembre. Todos creen que el resto del año es el culpable de los desastres que solo arregla el verano. 

Pero no es así. 

Solo aquellos que han permanecido sentados sin prisa con los ojos cerrados cerca del puerto, una mañana de otoño. Solo aquellos que han escuchado las olas en silencio mientras acariciaban un libro, en el mes de enero. 

Solo aquellos que han visto una puesta de sol descalzos paseando por la arena de la playa, en primavera. 

Han entendido que la magia del verano está en la sal del agua del mar, sin importar el mes del año.

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