Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

AMAR Y NO SER CORRESPONDIDO

En el desgarrador laberinto del amor no siempre encontramos la luz esperada. Amar y no ser correspondido es como anhelar la lluvia en medio del desierto, es una danza dolorosa entre el querer y el silencio. En ese vaivén de emociones, a veces el corazón se cansa de esperar, de buscar eco en un eco vacío.

Alejarse de aquel ser amado se convierte en un acto de supervivencia, una decisión dolorosa pero necesaria. Es como arrancar una parte de uno mismo para seguir adelante, es como navegar en un mar de recuerdos y olvidos, buscando la calma en medio de la tormenta.

En el eco de las palabras no dichas, en el abrazo que nunca llegó, en el beso que se perdió en la distancia, se teje el tejido de la melancolía. Y así, con el alma herida, se emprende el viaje hacia la libertad, hacia el reencuentro con uno mismo, hacia la reconstrucción de un corazón que, aunque roto, aún late con esperanza.

En el horizonte del olvido, en la memoria que se desvanece, en el amor que se transforma, se encuentra la fuerza para seguir adelante. Porque amar y no ser correspondido no es el final, es el inicio de un nuevo camino, un sendero donde el amor propio florece, donde la herida se convierte en cicatriz, donde el adiós es el comienzo de un nuevo amanecer.

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