conjuguemos los deseos
que tanto escribimos,
que tantas noches han temblado
en la punta de nuestros dedos.
Hagamos del verbo amar
un imperativo urgente,
del verbo tocar
una oración eterna,
y del verbo desear
el idioma de nuestra piel.
Ven,
declinemos juntos el placer:
yo te sujeto, tú me muerdes,
yo te bailo, tú me gritas,
y en cada conjugación
nuestros cuerpos inventan poesías.
Hagamos del presente
nuestro único tiempo,
del futuro,
una promesa temblorosa
que se repite
cada vez que nos encontramos.
Ven…
conjuguemos los deseos,
sin comas, sin pausas,
hasta que el último verso
sea un gemido compartido.
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