Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Noche solitaria

El caballero sin escudero, quitó su abollada armadura, que pesadamente al suelo cayó, revisó las heridas de su cuerpo (cubierto por cicatrices que recordaban su noble trabajo), unas cortadas y moretones más, nada fuera de lo usual, solo el natural cansancio y la soledad que lo rodeaba... inhaló el perfume del pañuelo de su amada y fue vencido por un sueño profundo, muy profundo... Por vez primera, el pañuelo que tan celosamente cuidaba, cayó de sus manos...

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