Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Soledad

Peleaba sin rendirse, contra molinos y contra dragones, no bajaba la guardia, aunque herido, no cedía ni un palmo de terreno, hoy la batalla estaba más sangrienta que nunca.

Esta vez algo pasaba, el caballero no luchaba como siempre, su corazón lloraba, deseaba terminar pronto, solo su instinto de conservación lo mantenía a salvo, él solamente quería descansar, olvidarse de molinos y dragones.

Los molinos desaparecieron, los dragones huyeron, ya no hay doncellas que rescatar, ni maleantes que poner en su lugar, los sueños se han marchado y la realidad lo abofetea en la cara. Está solo, sin ella, perdido en lo más profundo del bosque de la melancolía, cansado, avasallado por su amor.

Solo se escucha el silencio que lo envuelve todo, las hojas de los árboles apenas se mueven, no hay siquiera una brisa que de un soplo de vida al caballero, quien mira a su alrededor incrédulo, no supo cómo llegó hasta la profundidad del bosque.

Está acostumbrado a luchar solo, pero esta vez es diferente, esta añorando, extrañando, anhelando y no puede ni quiere poner rienda a sus sentimientos, los deja fluir, aunque lo dejen vulnerable.

Levanta la máscara del yelmo, para respirar mejor, permitiendo que al aire llene sus pulmones, se recuesta boca arriba sobre el pasto, mirando hacia el cielo descubre que no hay nubes, sujeta fuertemente su espada que tiene descansando a su costado.

Decide quedarse ahí, no intenta escapar, la melancolía es mucha, pesa, abruma, lo sujeta fuertemente al piso, su rosa no le ayuda, está marchitándose, el pañuelo sigue guardado a su pecho.

El caballero cierra sus ojos, exhala, sonríe y se dispone a esperar los inesperado, el tiempo que sea necesario, sabe que puede morir en espera del amor que lo alimenta... sabe que puede morir en espera de ¡su amor!

No hay comentarios.: