Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Cuando mi vida acabe

Cuando mi vida acabe
no quedará más que el recuerdo de las cosas que hice,
de los corazones que toqué, de las palabras que no se llevó el viento.
No quedará de mí nada más que polvo, cenizas, y alguno que otro desconsuelo.

Cuando mi vida acabe,
mi voz se olvidará, mi cara se olvidará;
se olvidará mi físico y mi intelecto.
Se olvidarán mis manías, así como mis locas y estrepitosas ganas de gritarle al viento.

Cuando mi vida acabe se olvidarán también mis alegrías,
mis inquietudes, mis penas y travesías.
Se olvidarán mis dolores, mis pocos o muchos amores y mis miedos.

Cuando mi vida acabe
sólo quedarán las palabras que algún hombre pronuncie en mis versos.
Sólo quedarán las frases a medias de un soñador y sus huesos.
Sólo quedarán escritos en papel los sonetos, las cartas,
los poemas, las historias creadas por mis dedos.

Y es que cuando mi vida acabe,
acabarán con ella mis sueños;
o al menos ya no estaré para mencionarlos,
pues me habré ido con ellos.

Cuando mi vida acabe,
no quiero que me recuerden,
no quiero que me me mencionen,
ni quiero causar desvelo.
Ciertamente no quiero lutos, ni lágrimas, ni duelos.

Cuando mi vida acabe,
no quiero que me recuerden, que me mencionen o me lamenten;
cuando mi vida acabe, sólo quiero que recuerden mi sentimiento.

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