Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación...

¡Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación
De no yacer en mí mismo desnudo
Con ánimo de gritar, sin que sangre el seco corazón
!En un último, austero alarido!

Hablo -las palabras que digo son nada más un sonido:
Sufro -Soy yo.
Ah, extraer de la música el secreto, el tono

¡De su alarido!

Ah, la furia -aflicción que grita en vano
Pues los gritos se tensan
Y alcanzan el silencio traído por el aire 

¡En la noche, nada más allí!

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