Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

El regreso del caballero


Después del encuentro del caballero con su amada princesa comenzaron a suceder cosas extraordinarias al día siguiente; la cripta ya no lo era más, había vuelto a ser la cabaña del caballero en su forma tradicional, ya no era necesario un esfuerzo del caballero para convertirse en espíritu, de hecho parecía haber cobrado vida, tal es la fuerza que lo une a su princesa.

Ese día se dedicó de lleno a sus labores al grado que dejó de afeitarse, por la noche mientras estaba a punto de acostarse para dirigir su espíritu al encuentro de su princesa un intenso rayo de luz iluminó la habitación y solo competía con la luminosidad de la rosa en el pecho del guerrero. Eran de la misma intensidad y en cuanto pasó la sorpresa inicial, se descubrió el origen… el ángel del caballero había llegado a la cabaña.


Sin más preámbulo, sin palabras, solo mirándose enamorados, ella se acercó a él con la iniciativa que la caracterizaba, tomó su rostro entre sus manos y lo besó. Un beso largo y con todo el amor que ella sentía por su gran amor. Mientras lo besaba largas lágrimas corrían de la mejilla del ángel, sentía una profunda pena por haber dejado a su amor durante tanto tiempo. Aun unidos por un interminable beso el caballero la sujetó por el talle para unir su cuerpo al suyo e inmediatamente recuperó la vida, había vuelto a ser el mismo, su corazón vuelto rosa palpitaba aceleradamente, su respiración era entrecortaba y bebía las lágrimas de su amada como queriendo decirle con ese gesto que era suyo, como queriendo aliviar la pena que ella llevaba dentro.

Abrazados como si temieran romper el mágico momento ella guardó sus alas para convertirse ya no en princesa ni en dama, sino en mujer. La mujer del hombre con el corazón de caballero a quien ella amaba más allá del tiempo y la distancia. Hacía mucho tiempo que ella no había acudido a la cabaña, hacían sus recorridos por el bosque y en cualquier lugar se profesaban su amor, sin reserva ni medida, sin recato ni pudor, eran libres de sus investiduras una mujer y un hombre amándose intensamente y esa noche no sería la excepción.

El tiempo parecía no correr hasta que ella se separó solo unos pocos centímetros mirando a su amor con la más inmensurable ternura y en un solo movimiento dejó caer su vestido, mostrando su espléndida desnudez al caballero, que amaba cada poro de su piel, cada milímetro de su cuerpo de mujer. La pasión no se hizo esperar, ella nuevamente tomó la iniciativa y sin decir palabra, entre besos y caricias, gemidos y suspiros, desnudó a su hombre, pues ya no había investiduras, era su momento, su lugar y su tiempo.

El dócil y entregado la dejaba hacer, hace tiempo que él era únicamente de ella, de nadie más. Ella lo trataba con el más profundo amor que jamás había sentido, se amaban, se respetaban pero también se deseaban, así que sin mediar palabras, solo besos y caricias, fueron fundiéndose en un ardoroso abrazo, sintiendo sus cuerpos piel con piel y dejaron correr sus instintos, como hacían siempre, él cediendo ante los avances amorosos de ella, ella llevándolo suavemente al piso de madera de la cabaña, hasta quedar encima de él… para amarse. 

Llenaron la cabaña con su amor, la recorrieron toda, como queriendo dejar huella de su amor en cada rincón, en cada lugar, ella marcando su territorio, la única mujer que había logrado no solo entrar al Bosque Encantado, también había llegado al lugar secreto del caballero y era la poseedora de su corazón, su alma, su ser entero y hasta de su vida, así como el caballero era el dueño de todo el ser de ella, se pertenecían, se habían entregado libremente, así como es el amor verdadero, tenían la necesidad no de poseer, sino de darse, darse totalmente uno al otro, de manera voluntaria, se sometían mutuamente a la voluntad del otro, se pertenecían mutuamente y mutuamente se hicieron el amor, en un baile romántico, inspirado, tierno y apasionado, entre besos, caricias y suspiros, sin pensar, dejando que el amor los guiara, no se hicieron el amor sino el amor los hizo a ellos y ellos dichosos y felices se dejaron llevar por sus mutuos sentimientos compartidos.

Un rayo del amanecer los interrumpió en la alcoba, el día estaba por llegar y ella debía llegar al Palacio Real a cumplir con sus obligaciones, casi no había tiempo. Un último gemido marcó el final de su baile de amor, las uñas de la princesa, quien en ese momento era solo una mujer amando profundamente a su hombre, seguían clavadas en la espalda del caballero, le dejaba su marca pues él era suyo y ella era de él, por voluntad propia se entregaban, sellando así su pacto de amor, sin palabras, solo con el sentimiento que los desbordaba.

Él le ayudó a ponerse su ropaje, ahora arrugado y estrujado por su baile de amor, ella lo ayudó a él atando su camisa en desorden. Salieron sonriendo, radiantes, más enamorados que antes, ¡vivos!

A pocos pasos de la cabaña, los esperaba Corcel, el caballero montó primero y después subió a su amada al frente de él. La cabalgadura salió a todo galope hacía el castillo y a medio camino, Entusiasmo que ahora se veía de mayor tamaño, se recostaba sobre la hierba para que la princesa pudiera montarlo, un beso de hasta luego dió por terminada la reunión entre el caballero y la princesa, subió sobre su dragón que salió volando rumbo al castillo.

Entusiasmo le envió un mensaje al caballero: “No te preocupes, yo la cuido”.

No hay comentarios.: