Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Ensimismado...

Hoy el Caballero recibió una vista inesperada de su Ángel,  estaba tan ensimismado con sus múltiples ocupaciones, que no pudo percatarse de su presencia.
El ángel hizo lo imposible por llamar su atención, mas todo fue en vano.. Pero eso no fue un obstáculo para quedarse, disfrutarlo y verlo trabajar tan concentrado, mientras le acariciaba sus hombros y sutilmente deslizaba sus dedos por el cabello, besaba su cuello, inhalaba no solo su aroma sino su amor, las palabras llovieron sobre el Caballero como caricias susurrándole: Te amo con toda el alma, te extraño amor... Era todo un éxtasis para el ángel estar allí.
Pasaba el tiempo y el caballero enfrascado entre papeles…. Como ángel –femenina-, curiosa al fin y por demás desconfiada, decidió pormenorizar y revisar cuanto se encontraba en el despacho del caballero. Observaba el banco y un armarito junto a la pared, muebles de guardar ornamentados con talla gótica y arquitos conopiales, un sillón biplaza decorado con pergaminos y tracería… y es que hasta tuvo el atrevimiento de entrar en la alcoba del Caballero, su cama bajo baldaquino; faldón decorado con pergaminos. El ángel pensaba: el mobiliario demuestra una holgada opulencia, pero a él le gusta estar en la cabaña del bosque encantado que tiene un mobiliario austero, básico solo lo indispensable…
Pensando en la cabaña y en instantes el ángel se perdió en los recuerdos.. Sólo había estado una vez allí, le encantó estar en los brazos del caballero, justo frente a ellos  una chimenea. En relámpagos, sin palabras con ansias y deseos, estaban uniendo sus latidos, sus sentidos, su existencia entregándose con pasión, con todo el amor que se profesaban, convirtiéndose en uno solo. Un profundo suspiro  le robó ese recuerdo al ángel  y retorna al despacho.
Todavía el Caballero concentrado en su trabajo –tanto que criticó a la princesa- que no pudo percibir  a su ángel,  quién se dispuso a leer todos sus escritos, escuchaba una y otra vez y otra vez, los poemas que él recitaba para ella, además de  oir melodiosas canciones sintiendo desde el fondo de su corazón, lo único que llena todo su ser: El calor y amor del Caballero.

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