Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La pesadilla

Esa noche el Hada Azul, el hada de la alegría, llegó a revisar que todo estuviera bien en el lugar del Caballero de la Rosa, pero al verlo se alarmó, pues tenía el rostro con una extraña expresión, nunca antes lo había visto así, era desesperación, desconsuelo e impotencia, de su frente corría un sudor frío. Leyó sus sueños, pero estaba vez él no soñaba, estaba ligado a su amado ángel quien tenía una horrible pesadilla, pero que el hada no podía ver.

Salió presurosa a buscar al hada de los sueños y en cuanto escucho el relato de su amiga en un instante llegó a las habitaciones de la Princesa Ángel, quien también estaba en la misma situación que su caballero, para rociar su polvo de hadas, el polvo de los sueños.

Todo volvió a la normalidad, o casi todo, a un mismo tiempo las dos hadas en distintos lugares habían sido alejadas, una de la cabaña y la otra de los aposentos de la princesa, era el espíritu del caballero que deseaba estar a solas con su amada. Las hadas no supieron que les había pasado pues ambas habían sido arrojadas a un claro del Bosque Encantado por una fuerza más poderosa que ellas, más poderosa que todo… el amor.

Las dos hadas se miraron a los ojos y sonrieron complacidas de haber hecho un buen trabajo, aunque despeinadas y con la ropa hecha girones, el espíritu del caballero hizo lo increíble, se transportó en un instante a los sueños de su amada.

Tomadas de la mano se fueron riendo a dar aviso a las otras hadas para preparar un camino…

La princesa tenía una horrible pesadilla, en el Bosque de la Melancolía donde acostumbra pasar mucho tiempo, demasiado tiempo, tanto tiempo que poco a poco era devorada por las entrañas del bosque, que ahora se había convertido en su pesadilla.

Sumergida en lo más profundo de su tristeza y su dolor, recriminándose, sintiéndose perdida, sintió su corazón latir fuertemente, esa sensación la conocía, su caballero estaba cerca, no podía creerlo, pero temiendo asustarlo o peor aún alejarlo para siempre debido a su apariencia fúnebre, prefirió no levantar el rostro, pues no quería que él la viera así, tan vanidosa como siempre aun en su más profunda desesperanza.


Él estaba frente a ella, mirándola como siempre la había visto, radiante, luminosa, con sus alas de ángel extendidas en su máximo esplendor, siempre miró el interior de ella, así la conoció, así ella lo enamoró y justo así él la seguía amando. El veía lo que los demás ni siquiera imaginaban en ella, pues solo se dejaban guiar por lo que cualquiera a simple vista puede encontrar. Pero su caballero no era como los demás, ella lo sabía, por eso lo amaba.

El caballero le llamó por su nombre, por su verdadero nombre que ocultaban para cuidar su imagen de princesa, lo decía suavemente con el infinito amor que por ella sentía, pero ella no levantaba el rostro, se avergonzaba ante él de estar en tan lastimoso estado como en el que se encontraba, no quería su lástima, quería su amor, la ilusa princesa en su triste melancolía, había olvidado las palabras del caballero de que él siempre estaría a su lado, sin importar el estado de ella, ya se lo había demostrado muchas veces… esta noche se lo volvería a demostrar.

El caballero después de un suspiro, tomó fuerza pues todavía no se acostumbraba a su nuevo estado pero su determinación lo hacía lograr cosas inimaginables, que solo hacía por ella.

Le llamó nuevamente por su nombre verdadero: “D… estoy aquí para sacarte de tu pesadilla, sé que te opondrás y lucharás con todas tus fuerzas, pero no me importa.”

Una vez diciendo esto, con infinita ternura la tomó en sus brazos antes de que ella pudiera intentar hacer algo, efectivamente se resistió, pero no pudo luchar, el sentimiento de su caballero era más fuerte que ella, pero quedó sorprendida, al descubrir que ahora no solo lo sentía, también lo escuchaba y ¡lo veía! 




Podía verlo, sentirlo, tocarlo, reconocía incluso su fragancia, pero no se atrevía a mirarlo a los ojos. Él la tenía sujeta con fuerza y al mismo tiempo con delicadeza.

En brazos la sacó de aquel siniestro lugar, despacio, sin prisa, ella ya no sentía temor, cruzó sus brazos por el cuello de él, se sintió protegida, mimada, amada, como siempre que con él estaba.

Tardaron poco tiempo en salir de aquél horrible lugar, ella no entendía como era tan fácil para él encontrar la salida… algún día descubriría el secreto, que en realidad no era tal, solo bastaba que mirara dentro de corazón… y lo siguiera.

Sabía el lugar al que la llevaría… al lugar de ellos, en el Bosque Encantado, suspirando y con sus ojos llenos de lágrimas, esta vez de felicidad, se dejó conducir, la pesadilla había llegado a su fin, esta vez su realidad era como si fuera un sueño.


Una luciérnaga iluminaba el camino del caballero, pues este no tenía ojos más que para su ángel, que era la única persona que lo podía ver, aunque ahora los demás sentían su presencia. Las hadas ya habían esparcido su polvo para que esa noche todo fuera perfecto para ambos; la paciencia, la ternura, la dulzura, la bondad, los sueños, la alegría, la comprensión, el desapego y muchos sentimientos más, no había hada del amor, pues este era el don del caballero, un don que su ángel le había enseñado a encontrar y que lo hacía vencer todas las dificultades, soportar todas las espinas, superar todos los retos.

Al paso de los enamorados el Bosque Encantado se llenaba de luz y armonía.


Esta vez el caballero no tenía en su pecho a su rosa, tenía a su mujer, no necesitaba aquella flor pues esta se había transformado en la mujer que amaba y que ahora iba en sus brazos, con un hermoso vestido rojo y su largo y negro cabello estaba ondulado, como ella siempre quiso que la viera el caballero, pero su cabello se resistía a darle ese gusto a ella, pues también era rebelde. ¡Ay princesa! Cuánta rebeldía hay en ti que llega ¡hasta tu cabello!

Llegaron al fin a su lugar, bajo el árbol frente al lago y con cuidado y delicadeza él la sentó sobre sobre sus piernas como si fuera una niña, ella solo suspiraba entre sollozos de felicidad. Así comenzó a hablarle su caballero:

“D… has estado mucho tiempo en ese lugar, es hora de que salgas mi niña mimada, chinita de mi corazón, estás débil, enferma, cansada, agotada y agobiada por tu propia intemperancia.”

“Has pasado mucho tiempo luchando contra ti y estás perdiendo la batalla, no tienes que reprocharte, no has traicionado nuestro amor, pero te habías acostumbrado a imponer tus pensamientos sobre tus sentimientos, es tiempo de cambiar, de liberarte, de dejar salir eso tan hermoso que tienes en tu interior y que yo conozco bien.”


"Vida mía se que tienes muchos demonios dentro, como todos, pero los tuyos regresan para atormentarte, llegando nuevos a tu vida, pero ya no estás sola, me tienes a mí, déjame ayudarte a combatirlos, tu sabes bien que puedo hacerlo, pues comigo te desahogabas y yo te consentía te malcriaba y lo seguiré haciendo porque se que a veces lo necesitas"

 

“Alguna vez muy al principio me dijiste que quizás se presentarán nubes grises en nuestra relación pero que juntos lo resolveríamos, esta es solo una nube gris, aunque grande, juntos la resolveremos, sin importar lo que haya pasado, pues yo voluntariamente, porque así lo siento, me comprometí contigo a cuidarte, protegerte y a enamorarte diario y ni un solo instante he dejado de hacerlo, ni un solo instante has estado fuera de mí.”

"Te sigo a la distancia para no agobiarte, pero ahora más que nunca me tienes cerca de tí"

“D... mi niña mimada, tus razones te han sumergido en un mundo que ahora te controla, te domina y te hace sentir muy mal, alguna vez en una terraza frente al mar, te platiqué que llegué a ese mismo lugar y poco faltó para perderme para siempre, duré mucho tiempo antes de encontrar la salida, cuando casi estaba fuera llegaste tú como ángel y fue el impulso final para cambiar mi vida, rescatarme y recuperar no solo las cosas buenas que había en mí, sino a encontrar cosas nuevas y maravillosas que nunca imaginé que también tenía.”

“Todo eso es tuyo, es mi regalo de amor para ti, te lo doy sinceramente así como te he dado mi corazón, mi alma, mi cuerpo y quiero darte mi vida entera.”

“Pero no podrás disfrutarlo mientras sigas visitando ese bosque, no te hace bien, en cambio cuando estás conmigo, eres libre de hacer y decir a voluntad y yo sonrío al mirarte dar vueltas sin sentido, desparpajada, desordenada, usando mis pertenencias a escondidas y luego con picardía como niña traviesa, contarme tus travesuras. Amo esos momentos en que nuestros sentimientos se funden y nos rebasan hasta el punto que quienes nos rodean lo notan y quisieran ser contagiados por lo que juntos tenemos.”

“Amo cuando eres mi enredadera que envuelve mi cuerpo y lo aprieta fuertemente al tuyo, aun cuando duermes… y sueñas, porque conmigo puedes hacerlo sin problema, suspirando, disfrutando de una paz que ahora te hace falta.”

“Amo esas palabras que me dices que pueden no ser dignas de una princesa, pero están precisas para una mujer enamorada en momentos de pasión intensa, interminable, hasta que el cansancio te vence para seguir amándonos entre abrazos, susurros y suspiros, entre miradas de complicidad, entre besos llenos de infinita ternura.”

Así le hablaba el caballero mientras no dejaba de acariciar su cabello y besar su frente, ella entre suspiros no soltaba su cuello, el de él, estaba como un niña perdida en brazos de su protector, pero sintiendo como mujer cada una de sus palabras en lo más profundo de su ser, pero le faltaba valor para mirarlo a los ojos.

El caballero tomo el rostro de ella con su mano y lo levantó con delicadeza, como se acaricia a una rosa, ella mantuvo sus ojos cerrados, pero al sentir el aliento de su amado los abrió y se encontró con su verde mirada, esa que ella tanto amaba, así estuvieron un tiempo, suspirando, viviendo su amor, llegó el momento que las palabras sobraban para dejar paso a ese profundo sentimiento que tenían el uno por el otro, ambos cerraron sus ojos para acariciar sus labios… con sus labios, en un beso interminable lleno de ternura y amor infinito, que supera a la pasión y que va más allá del tiempo y la distancia…
 
Ella se sentía tan bien, que quería detener el tiempo y permanecer así por la eternidad, así como eterno es el amor, eterno, sin fronteras, sin límites, sin barreras, sin medida y sin pudor.

Llegó inevitable el amanecer, en la cabaña el caballero parecía sonreír y su rosa  estaba hermosa como nunca antes, cada día más bella que el día anterior, alrededor de la cabaña las margaritas florecían hermosas, al despertar ella quiso pensar que había sido un sueño su noche con el caballero, pero su corazón le hizo sentir la verdad… no era un sueño… era una hermosa realidad.

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