Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

La transformación

Esa noche la luna era cuarto menguante, la princesa se fingió dormida para escapar al Bosque de la Melancolía en cuanto su fiel dragón fuera a visitar a su amigo yerto.


Ella no sabía que ellos tenían un acuerdo para esa noche, en la cripta del caballero no habría visitas esta vez, así que ella partió confiada, el lugar al que solía ir cada vez con más frecuencia que era oscuro y sombrío, un ángel no debería de estar ahí, pero ella había olvidado que lo era.

 Al llegar al lugar encontró un bloque de piedra y se recostó en él, llena de tristeza sus lágrimas rodaban por la debilidad de su corazón, que aunque era el regalo del caballero, su razón era más fuerte y había dejado que se impusiera porque estaba habituada a ello… hasta que conoció a su caballero, quien por más intentos que él hacía por dejar su corazón en libertad, ella lo mantenía prisionero causándole un conflicto que nunca imaginó sentir.

Lejos muy lejos de ahí ocurría una poderosa transformación, de la cripta del caballero, emergía una luz diáfana que iluminaba todo cuanto lo rodeaba, su espíritu se levantó en traje de gala, incluyendo el escudo y la espada de las cuales se desprendió. Siempre se presentó desarmado ante su ángel, pues no necesitaba defensa ya que siempre anteponía su corazón y su vulnerabilidad ante ella, quien era la única en el universo que gozaba de ese privilegio. El caballero también era muy racional, pero en sus sentimientos dejaba que mandara el corazón, algo que cobró una intensidad indescriptible cuando lo enamoró su ángel, ante ella siempre estuvo indefenso pero aprendió a amarla a pesar de sus cambios constantes de humor, no siempre la entendía, pero en ningún momento dejo de hacer el intento para comprenderla.


Retumban en su cabeza las palabras ella: “Si te alejas tendré miedo de caminar...” ella no había entendido que por más que ella se alejará el siempre estaría ahí… para ella. Ese era su pacto de amor y confiaba en que algún día, con el deseo de que no fuera lejano, ella lo entendiera y se acercará a él, pues sabía como ayudarla. Mientras ese maravilloso día llegaba, el estaría a distancia prudente, la que ella permitiera, para acudir a su llamado, no quería perderla a través del tiempo y la distancia, mucho menos olvidarla, deseaba que ella aprendiera que no eran suficientes para destruir un amor que se había cimentado en la confianza mutua. Su relación era con mucho, fuera de lo común, nada había en el universo que se pareciera a lo que ellos habían construido.

Sin escudo y sin espada se dirigió al Bosque de la Melancolía, Entusiasmo le indicó el camino que ella solía recorrer. Al llegar al lugar todo cambiaba a su alrededor, el cielo se abría mostrando las estrellas y la luna menguante, pero su corazón, el que Ángel le había dado, no menguaba en cuanto a su sentimiento, que era cada día más grande.


La Princesa Ángel notó que el panorama cambiaba paulatinamente, y apareció el mar, al cual se acercó sin entender que pasaba. Súbitamente se escuchó el oleaje y la brisa del mar la envolvió de manera diferente, su cuerpo se estremeció, su alma también, la sensación no era desconocida pero de mayor intensidad eran los brazos del caballero que la envolvían, ella cerró sus ojos para no perder esa sensación que le hacía sentirse bien, sus lágrimas cesaron y se le escapó un suspiro dejando entreabierto sus labios cuando percibió el aliento del caballero… que la besaba…

Todo pasó en un instante que ella disfrutó sin abrir los ojos, no entendía que le estaba pasando, temblaba de emoción y su cuerpo se estremecía, pero sentía calor…

Después de ese primer instante ella no dejaba de sentir las caricias de la brisa del mar, era el caballero demostrándole su amor. Sin abrir los ojos ella se recostó en la arena, con el corazón palpitando intensamente, sentía que se le salía del pecho y sucumbió ante la sensación, la razón desapareció de su ser, ni tenía intención de que volviera, al menos por ese instante.

Recostada sobre la arena percibía al caballero, su aliento en sus labios y sus brazos rodeándola con infinita ternura, pasión y un amor sin recato, límites o pudor. Ambos suspiraban y cuando él lo hacía el cabello de ella se revolvía, estaban solos, solo el mar las estrellas y la luna fueron testigos.

Ella quería verlo, tocarlo, enredarlo en su cuerpo, pero no lo veía ni podía tocarlo, solo lo sentía intensamente en su piel y en sus entrañas, la hacía temblar, suspirar, gemir, en los instantes de éxtasis, ella clavaba sus uñas en la arena, pero deseaba hacerlo en la espalda de su caballero.

En algunos momentos oía su voz diciéndole palabras tiernas, amorosas, como siempre era con ella, alcanzó a oír claramente:
“Mi ángel estoy aquí porque soy TUYO”. Ella no tenía ninguna duda y sucumbió a su amor, ella le dijo desde lo más profundo de su corazón: “Tú y yo somos uno” y suspiraba y gemía, estaba desesperada, enardecida, su cuerpo no dejaba de temblar, mantenía sus ojos cerrados por temor a perder esa sensación de amor, único, divino, excelso...

Así estuvieron hasta al amanecer que los sorprendió, ella sintió el más tierno beso de amor y después la brisa cesó, así como lo que había sentido durante toda la madrugada. Se puso de pie, alisó su vestido y partió rumbo al castillo antes que notaran su ausencia. Entusiasmo la esperaba fuera del Bosque de la Melancolía que esa noche la había envuelto en el más sincero amor que nunca antes había recibido, un amor a prueba de todo, incluso de ella misma.

Entusiasmo y Ángel recorrieron pronto el camino, ella sentía que flotaba, se preguntaba cómo había permitido que las cosas fueran así y se lo reprochaba, pero no hacía algo para remediarlo, cuando ella tenía la solución.

Ese caballero había puesto su mundo de cabeza y vulnerado su confianza, su altivez y su orgullo, para ello solo le basto el amor que él le profesaba. Ella avanzaba en un estado de confusión, no había sido un sueño. ¡Lo sabía porque lo sintió! ¡Era real! ¡Muy real! La realidad le golpeaba en el rostro…

El campeador la vio partir y la siguió sigiloso hasta que estuvo segura con su fiel amigo el dragón, después el regresó a su cabaña tan pronto como pudo, la esencia de su espíritu lo llevaban ligero, estaba apenas conociendo ese nuevo estado, desconocía si podría hacerlo nuevamente.

En la cabaña al amanecer entraron los seres del bosque a visitar a su amigo y fue mayúscula su sorpresa al verlo, parecía dormido, agotado, la lividez de su rostro había desaparecido y su rostro parecía sonreír.

La rosa de su pecho abrió sus pétalos y simplemente se veía espectacular, su fragancia era más pura y no solo llenaba la cripta, sino todo el bosque encantado.

Nadie imaginaba que había sucedido, excepto Entusiasmo, dragón que sabía guardar los secretos de Ángel y su Caballero.

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