Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Cuenta la leyenda

El amigo de un amigo me contó, es así como comienzan las historias personales, que existió una caballero andante cuya principal fortaleza era el amor, el que sentía por una princesa a quien dedicaba todas sus proezas, su tiempo y que amaba más allá de cualquier límite.

Sucedió entonces que un infortunado día, en un ataque de ira incontenible la princesa al caballero le arrancó de su pecho lo más preciado y valioso que tenía, una flor que era el símbolo de su amor por ella, sin mirar atrás levantó grandes murallas, cerró las puertas cubrió cualquier espacio por donde pudiera acercarse el caballero, sin darse cuenta que este yacía muerto en el piso. 

Ese amor representado por la flor no solo era el corazón de él que latía por esa mujer, sino el núcleo vital de su lugar encantando, que desapareció inmediatamente, al mismo tiempo que él moría. No le dejó tiempo de nada, pues él frente a su princesa siempre estaba sin armadura, sin protección, sin escudo, pues confiaba plenamente, pero ella no confiaba en él ni en el amor que devota y fielmente le profesaba.

Así terminó la vida de ese caballero y junto con él aquel lugar que solo para ella había construido, su remanso de paz y de amor, se fueron los molinos, los duendes, las hadas, las ninfas, los faunos, el bosque, el lago, el arroyo y todo ese maravilloso mundo de fantasía que para ella, su único y verdadero amor, había creado.

Un ataque de ira y de irreflexión propiciado por una falsa percepción acabó todo de golpe convirtiendo aquel mundo mágico en una horrenda realidad, pues ella creó una nueva fantasía, lejos de él, ni siquiera se dio cuenta del daño causado, pues se amuralló fuertemente. Ni siquiera lo vio morir con el pecho abierto para descubrir que solo ella vivía en él.

Dice el amigo de un amigo, que el espíritu de ese caballero logró mantenerse intacto, viajando en caída libre hacia la tierra, para habitar el cuerpo de un mortal que podía entender su umbría tristeza, ahora los dos son uno caminando en solitario. Y ese hombre junto con el espíritu del caballero, sabe que el tiempo curará la herida, pero no matará ese amor.

Sin embargo, en algún lugar del palacio real, quedó un joven dragón escondido, temeroso y dolido de cuyos ojos, furtivas lágrimas aparecen ocasionalmente, lamentando la muerte de su amado amigo. Desconociendo las intenciones de la princesa, se esconde permanentemente, ya no hay más bosque encantado ni caballero, solo quedó la princesa y su nueva fantasía...

Todo lo anterior me fue contado por el amigo de un amigo.

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