Era una reunión de colegas para celebrar el cierre exitoso de un evento. Trancurría entre risas y conversación ligera, él no había notado su presencia hasta que en algún momento de la conversación ella dijo:
-Odio que me llamen princesa.
Sus miradas se cruzaron y ambos rieron en complicidad, como si hubieron encontrado algo en común.
La velada siguió entre risas, anécdotas y bromas. Se formalizaron los acuerdos para el cierre del día siguiente y todos se despidieron.
Se volvieron a encontrar al día siguiente y la saludó malicioso:
-Hola princesa
Entonces ella contestó el saludo con un gesto fingido de enojo y poniendo su pequeño puño en la barbilla de él. Ambos rieron nuevamente saludándose como dos buenos amigos.
Trascurrió el evento sin contratiempos y mientras se levantaba el equipo y material utilizado seguía entre risas y broma la plática entre ese par que se entendía muy bien.
-¿En donde trabajas? preguntó él por seguir la conversación y ella contestó:
-Estamos muy cerca, espero que un día pases a visitarme, te doy mi número de teléfono para que me llames.
-Él sonrió de manera pícara: ¿Cuándo debo llamarte para no parecer impaciente?
-Mañana a las 4, se apresuró a contestar ella.
-¿Si llamo a las 3 me veré muy mal?, dijo él.
-Te verías muy bien si vas por mi a las 2 para comer juntos, dijo ella sin poder contener la emoción.
-Paso por ti mañana a las 2, dijo él con alegría incontenible.
Cuando se es joven, pareciera que el amor tiene prisa, esto puede ser un gran error... o una enorme bendición.
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