Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

OSCURO LABERINTO EN EL BOSQUE

Pudo entrar al lugar a pesar de estar rodeado de dragones por mandato de un Caballero quien solía protegerla, sin embargo en esa oportunidad no valió mandato, dragones, escritos, ni otros escritos… Una noche oscura la princesa en uno de esos continuos estados de tristeza, decidió regresar al lugar donde se sentía a gusto, allí encontraba una tranquilidad dulcemente oscura que mitigaba su tristeza, no oía, ni hablaba con nadie, solo disfrutaba ver el cielo sin estrellas, caminar sin sentido, ninguna distracción… Sin duda, el Bosque de la Melancolía.

Recibía escritos que susurraban con el viento, más ella seguía en su mundo; los desconocía aunque siempre los anhelaba sentía que era el único consuelo que encontraba en su desventura, los leía sonreía y suspiraba. En esos largos paseos permaneció por meses deambulando, dejó de escuchar lo que le decía su corazón no tenía miedo de hallarse sola; los pensamientos no acudían a su mente, estaban aprisionados tras un muro oscuro y confuso. 

Desconociendo las causas que la habían motivado, divagaba por entre los árboles que elevaban hacia el cielo sus ramas secas, y descarnadas anunciando la proximidad de una larga tormenta… el suelo estaba sembrado de hojas marrones casi negras y el viento agitaba sus largos cabellos, caminaba y a cada paso sus pies se hundían, todo se oscurecía. El alma sensible de la princesa se complacía en el aspecto melancólico que ese pasaje le brindaba.

La princesa con las manos juntas, sus cabellos extendidos sobre su vestido negro y sus rasgados ojos le daban un aspecto de una celestial visión llorando los extravíos y miseria del bosque y sus alrededores, así que miró con desesperación en torno suyo ¡ay! pero sólo vio a su alrededor áridos y negros peñascos que parecían amenazarla, permanecía pálida e inmóvil como una estatua viendo desvanecerse sus esperanzas, respiro y volvió a respirar profundamente. Sumergida en sus reflexiones que eran voces sofocándole el aliento, semejante al vapor abrazado de un volcán que le invitaban a entrar a ese lugar donde no hay retorno, solo vagar en soledad.  

Esa ansiedad por penetrar le perseguía sin cesar, después de una espesa nube encontró un laberinto al cual sin dudar entró y no oyó sino los lúgubres gritos, que salían primero de algunas partes, luego de todas partes y se mezclaban con los silbidos de viento, aquí permaneció delirando… No sabe, no recuerda cuánto tiempo estuvo pérdida envuelta en mantas de tinieblas inciertas.

Otra inquietud vino algún tiempo después a aumentar los padecimientos de la princesa, el vivo y ligero paso de ella se había puesto lento y grave solía dormirse de resultas de la fatiga que le ocasionaban sus paseos por el bosque convertido en laberinto.

Sabía que su salud no estaba bien pero allí seguía, la continua palidez de su rostro y la melancolía que respiraban sus ojos sensación indefinible de tristeza, su salud se alteraba visiblemente que apenas le dejaba la libertad de obrar por si misma encadenando sus acciones y hasta sus pensamientos, en medio de su delirio como si un instinto secreto del alma le advierte: Debes regresar, tienes que regresar… y así, pudo salir del laberinto, pero internada en el Bosque de la Melancolía.

¡Luna, ah hermosa luna! Exclamó la princesa tú sola presenciarás los sollozos que me arranca la memoria donde no se oían sino las más misteriosas y oscuras voces…

Diciembre 2014.

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