Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Un nuevo bote de remos

Desde muy temprano, el caballero con su princesa fueron al bosque para buscar la madera que serviría para hacer el nuevo bote de remos. El anterior ella lo había convertido en dos cisnes enamorados que ahora paseaban curiosos alrededor de ellos para ver que es lo que hacían.

Él ya tenía su herramienta preparada y la  madera previamente cortada, también había creado un banco de trabajo para la elaboración del bote.

Ella lo veía sentada sobre un árbol, con sonrisa traviesa, era la primera vez que se sentaba a observar el trabajo de su enamorado y además ella era responsable de que tuviera que hacer ese trabajo. Lo miraba enamorada con un dejo de picardía y travesura en su mirada. los cisnes enamorados se encontraban sentados a un costado de ella viendo también al caballero.

Al fin el campeador terminó y llevó al lago el bote, el sabía que no se hundiría no solo por estar bien hecho, sino porque en el Bosque Encantado, todo está diseñado para consentir y cuidar a la princesa.


Devolvió el bote a la orilla, cansado, mojado y sudoroso, extendió la mano hacia su amada, quien inmediatamente, se levantó y al acercarse a él, la levanto en sus brazos para llevarla al bote. los cisnes fueron directo al lago para acompañarlos.


No sin un poco de temor la princesa subió al bote mientras el cabalero lo empujaba nuevamente al lago, ella se calmó cuando el subió con ella y comenzó a remar. Lo veía embelesada, trabajó buena parte del día para darle gusto a ella, de hecho él siempre intentaba darle gusto para que nunca se fuera del bosque. 

Cruzaron sin contratiempo hasta el otro lado del río, bajó del bote para jalarlo hasta la rivera del lago y asegurarlo y nuevamente cargo a su princesa para que no se mojara. Estaba relamente agotado.

Ella sugirió sentarse bajo el cobijo de un gran árbol que había hacia un costado, él se sentó para descansar y ella posó su cabeza en el pecho de él y comenzó a acariciarlo para confortarlo.

Así estuvieron un rato, cayó la noche, la luna los iluminaba, cuando ella sugirió entrar al lago, más tardó en decirlo que dirigirse a el llamando con su mano a su enamorado, quien la seguía embelesado por la belleza de su sonrisa.

Entraron al lago y se mojaron, el sentía mejor, recuperado, nuevamente con fuerza, se mojaban, reían, jugaban como niños, así es el poder del bosque, hasta que fundidos en un abrazo, al sentirse así tan juntos los recorrió un estremecimiento conocido. Nuevamente la levantó en sus brazos y la llevó al árbol donde ella lo confortara.

Se amaron la noche entera, se amaron intensa y profundamente, como solo ellos lo hacían se entregándose en cada encuentro.

La mañana los sorprendió bajo el árbol, desnudos abrazados, enamorados y más unidos que nunca. Así estuvieron un par de horas más retrasando el momento de ir cada uno a sus obligaciones.

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