Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Si pudiéramos ir

Él decía a su amada: Si pudiéramos ir 
los dos juntos, el alma rebosante de fe, 
con fulgores extraños en el fiel corazón, 
ebrios de éxtasis dulces y de melancolía, 

hasta hacer que se rompan los mil nudos con que ata 
la ciudad nuestra vida; si nos fuera posible 
salir de este París triste y loco, huiríamos;
no se adónde, a cualquier ignorado lugar, 

lejos de vanos ruidos, de los odios y envidias,
a buscar un rincón donde crece la hierba, 
donde hay árboles y hay una casa chiquita 
con sus flores y un poco de silencio, y también 

soledad, y en la altura cielo azul y la música 
de algún pájaro que se ha posado en las tejas, 
y un alivio de sombra... ¿Crees que acaso podemos 
tener necesidad de otra cosa en el mundo?

No hay comentarios.: