Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

El regalo de la princesa

La princesa aunque siempre se mantiene bella, también cumple años, maravillosos, gloriosos y mágicos. Su caballero se propuso hacerla feliz esa noche, como siempre, así que le tenía algunos obsequios para festejarla, aunque sabía que ella estaba un poco indispuesta pues sus días habían estado plenos de trabajo y contrariedades. Por tal motivo su intención era arrullarla para que su amada descansara en sus brazos.

Pero la princesa tenía otros planes...

Se dejó festejar con canciones de la tierra del caballero, obsequios y los mimos que siempre le daba, además de endulzarle el oído con las mas sentidas palabras de amor. Lo dejó hacerlo a su manera por un tiempo...

Recostados en el refugio, ella con una manta lo invitó a recostarse con ella, como lo hacía cada noche, el se metió dentro de la manta y la abrazó para darle calor y arrullo, sin imaginar las intenciones de amada.

La princesa se sabe amada, muy amada por su caballero, un amor total y absolutamente correspondido, así sin reserva ni medida, sin recato ni pudor, acarició íntimamente al caballero que no pudo mantenerse ajeno a sus caricias, cabe mencionar que tampoco quería ser indiferente, correspondiendo a los avances amorosos de ella.

Comenzaron lentamente el baile del amor, ese que conocían muy bien, que los hacía tocar el cielo, estremecerse y detener el tiempo al ritmo de su baile. Bailaron y bailaron con el más profundo amor, cada roce, caricia o beso, incluso cada palabra producía un gemido, un estremecimiento o ambos en cada uno de ellos.

Esa noche él fue su más importante regalo. Se amaron hasta saciarse, hasta terminar en un infinito abrazo que sellaba una vez más su amor verdadero.

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