Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Indispuesta

La princesa ha estado indispuesta, su salud no ha sido la mejor en los últimos días, así que el caballero puso manos a la obra para darle una sorpresa para cuando ella se sintiera mejor y volviera al Bosque Encantado.

En tierras lejanas encontró un árbol de flores color lila, que adornaban las calles del reino de donde procede el caballero, y decidió hacer un pasaje para su amada princesa, para que pudieran caminar y estar más íntimamente cercanos.

Buscó el lugar más bello del bosque y comenzó haciendo los primeros trazos, conforme iba plantando los árboles en paralelo, estos iban creciendo, el trabajo era arduo pero lo hacía con gusto, confirme avanzaba los árboles crecían y casi al terminar ya daban las primeros frutos, estos mismos árboles refrescaban su labor.


Terminada su labor, miro el pasaje de amor y quedó satisfecho con el resultado, pero no era suficiente, también había llevado un árbol del reino de donde procedía la Princesa Ángel, un bello árbol que daba por fruto una bellas flores amarillas, este lo colocaría al final de dicho pasaje para que ella recordara feliz su tierra.


Una vez terminada su labor y de ver el resultado fue a al castillo a visitar a su princesa, llego silencioso hasta sus aposentos y entró, procurando no hacer el mínimo ruido, se sentó al pie de la imponente cama de la princesa pensando en hacer guardia como lo hacía al principio de su relación.

Pero ella lo sintió y lo invitó a acostarse con ella, con un susurro, casi dormida, el lo hizo casi inmediatamente después de despojarse de sus ropas para abrazarla con suavidad contra su pecho, ella solo suspiró adormilada pero feliz de tener su caballero a su lado.

Cómo siempre lo hace, el caballero le decía tiernas palabras que llegaban al alma de ella, que en instantes se le iba el aliento y le volvía en un suspiro, enamorada.

La arrullaba con su voz y era el placer de él hacerla dormir profundamente en sus brazos, era tan fácil hacerlo con ella que había sido insomne un tiempo.

No le contó lo que hizo para ella, era una sorpresa, la abrazaba tiernamente y despejaba la carita de niña traviesa de su amada, mesando sus largos y negros cabellos, siempre sin peinar, una cualidad que la princesa tenía desde niña.

Así pasaron las horas él cuidándola y ella dormida, hasta que el sueño lo alcanzó quedando dormido en un profundo sueño abrazando a su amada. 

En las ropas del caballero, habían unos pétalos amarillos, resultado de su labor de todo el día, eran pocos, casi imperceptibles, pero la princesa es observadora, él dormía feliz del regalo que le tiene a la princesa sin imaginar que dejó huellas en sus vestiduras.

Si lo nota o no la princesa no importa, ella sabe que él la ama profundamente y que siempre está ideando maneras de hacerla feliz.



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