Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

¿Por qué a mi?

¿Por qué a mi,
criatura de otras edades culturales,
entregarme la firmeza de ese músculo angelical,
las texturas diversas de tu intimidad
bañadas al instante por las aguas sagradas del amor,
el primer estremecimiento de tu entraña profunda?

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