Cuando llueve
te recuerdo en el coche (por ejemplo), arreglándote el pelo en el espejo:
«vamos, arranca,
que llegamos tarde», decías,
y cogías la última horquilla de entre tus labios y con agilidad rematabas Ia operación.
Cuando llueve, bajo del tejado,
busco tu ventana, pienso: «si pudiera
tan sólo ser un gato
y ser bien recibido una última vez»;
te recuerdo, entonces, de otro mundo, menos extraño, de otra vida, menos cansada.
Cuando llueve
la tristeza me cala hasta Ios huesos, me pregunto dónde estás,
con quién,
si ha sido tan fácil como parece.
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