Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Amor de otoño

Desde el momento en que la vio, algo en su interior se movió, luego llegó aquel día en que accidentalmente la interrumpió mientras estaba al teléfono y ella se levantó para saludarlo como si cualquier cosa besando su mejilla.

Desde aquel día sus besos fueron buscando sus mejillas hasta que ella decidió buscar su boca, él no lo esperaba pero en su interior, intensamente lo deseaba.

Él recordaba como llamó su atención su pelo rizado, luego sus bien torneadas piernas, sus nalgas, su sonrisa, en ese preciso orden, hasta que ella lo miró de frente quitándose sus gafas, atravesándolo con una mirada, sincera, llena de futuro y penetrando profundamente su alma.

Su primer beso no fue corto, no fue largo, duró lo suficiente para saber que eran compatibles en mucho más, poco a poco fueron besándose sin usura, con sus manos entrelazadas y su piel ansiosa de más.

Ella lanzó una mirada cómplice, una sonrisa de pícara y luego vino un abrazo que selló el trato, para poco después  entregar sus cuerpos enredados en rítmico vaivén, explorando, sintiendo, recorriéndose en caricias que arrancaban suspiros, gemidos y más, mucho más uno del otro.

Sabían que aquello sería temporal, aún así estaban dispuestos a disfrutarlo al máximo, que dure lo que tuviera que durar ellos pondrían todo de su parte para que no acabara.

Por ahora son inmensamente dichosos de tenerse uno al otro.

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