Entrada la noche, dormían abrazados como siempre. Entre sueños ella preguntó:
-¿Me quieres?
-¡Te quiero y te amo muchísimo! Fue la respuesta. ¿Por que?
-Nada más, respondió adormilada.
Tomó su brazo poniéndolo alrededor de ella sin soltarlo, giró apoyando su espalda en su pecho sintiendo su calidez, apoyada toda ella de espalda en él.
El la apretó hasta que ella suspiró, besó su hombro y le dijo al oído, con la mayor de las ternuras:
-Te amo lunita.
Ella sonrió enamorada
Transcurrió la noche, la madrugada, el amanecer y la mañana. Al despertarse no querían separarse, ella preguntó pícara y coqueta:
-¿Qué me dijiste anoche?
-Te amo lunita.
El abrazo se hizo más fuerte, firme y sólido. Se tenían mutuamente, no necesitaban más.
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