Me meto para adentro y cierro la ventana.
Me traen el quinqué y me dan las buenas noches.
Y mi voz contenta da también las buenas noches.
Ojalá mi vida fuera siempre así:
el día soleado o suave de llovizna,
o tempestuoso como si acabara el mundo,
la tarde suave y los corrillos que pasan
observados con interés desde la ventana,
la última mirada amiga ofrecida al sosiego de los árboles,
y luego, ya cerrada la ventana, el quinqué encendido,
sin leer nada, sin pensar en nada, sin dormir siquiera,
sentir correr la vida a mi través como un río corre por su lecho,
y ahí afuera un gran mutismo, como el de un dios que duerme.
Fernando Pessoa como Alberto Caeiro
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