Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Mi cielo e infiemo.

Esa noche me hiciste sentir el calor que guardabas en ti. Cuando con tus brazos rodeabas mi cuerpo y alma, descubría la pasión que escondían tus besos. 

La fricción que generaban nuestros cuerpos esa noche, eran capaz de encender ese cielo sin luna y sin estrellas. Entregados en cuerpo y alma, éramos el deseo de cualquier mortal. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario