Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Somos el hueco que dejamos cuando no estamos

Intento recordar cada gesto que me desnudó la ilusión, cada nombre que puso la mano en mi hombro y me deseó lo mejor. 

Cada caricia, cada vez que me miraron a los ojos y me dijeron que la verdad, a veces, no se puede tocar. Recuerdo quien aplaudió mis victorias, quien silenció a aquellos que se alegraban de mis derrotas. No me olvido de las personas que me quisieron en su vida y ahora la distancia calma mis intentos. Los que me miraron y nunca me vieron, incluso los que quisieron algo de mí y salieron corriendo cuando lo consiguieron. 

Debo más sonrisas que explicaciones, aunque también tengo la certeza que he conocido corazones que no he merecido. 

Qué difícil es devolver el cariño que recibes en la cantidad justa a la persona correcta. 

Por ello me vacío en cuanto puedo. Doy lo que tengo y no espero ni pienso si lo merezco. Por aquellos que así lo hicieron conmigo. 

Por las veces y las noches, que extraños y extrañas hicieron con sus brazos mi abrigo. 

Ángeles y valientes que desde el cielo, me enseñaron que si miras hacia abajo y tiendes la mano, siempre saldrá un amigo.

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