Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Ni chicha ni limoná

Y se miró en el espejo. Se quedó mirando cada detalle que reflejaba. Estuvo así unos minutos a la vez que sus manos palpaban lo que sus ojos inspeccionaban. 

Casi sin darse cuenta se encontró con su chicha, a la que cogió con ambas manos como si se tratara de la masa de un pan casero y espeté: "¡estoy pa' comerme, coño!". 

No dudó ni un momento para decirlo porque lo sentía profundamente, y porque, ¡qué diablos!, era la verdad. 

Así que sonrió y salió del baño tarareando esa canción que tenía en bucle en la cabeza, pegándose un bailecito alegre para empezar el día.

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