Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

El amor nunca muere de muerte natural

"El amor nunca muere de muerte natural". Es así como comienza una imagen que circula en redes sociales y que estoy seguro que quienes la comparten poca o ninguna atención ponen en el contenido.

Muere por ceguera, se menciona, por no querer ver lo que se tiene y que es valioso, por errores y traiciones, aunque los errores son comunes, no atenderlos a tiempo, ignorarlos o peor aún; repetirlos, enferman mortalmente al amor. Cuando la traición aparece es porque el amor ya no está.

Así el amor va muriendo lentamente de cansancio hasta el agotamiento, se marchita paulatinamente como una flor que no es regada con frecuencia y que poco a poco va perdiendo su brillo y su fragancia. Lo mata la rutina, el aburrimiento al considerar segura la relación, olvidando los detalles que la originaron.

Todavía hay dos males más que considerar; el orgullo y la soberbia, el primero al no querer reconocer que en ocasiones nos equivocamos, a veces con mucha frecuencia, el segundo por jugar a ganar siempre, dando mayor importancia a tener la razón que a encontrar puntos de encuentros y reencuentros. Sin darse cuenta que en realidad se está jugando a perderlo todo.

Que el amor no muere de muerte natural, es una terrible verdad, lastimosamente.


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