Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

Pequeñas confesiones

Tengo que confesarte que leo tus mensajes lindos un par de veces cuando llegan, que me apendejas las neuronas con todo ese arte que te cargas en la sonrisa, que he contado tus lunares en el rostro sin que te des cuenta, mínimo seis veces, para evitar que alguno se me esconda o se me escape.

Tengo que confesarte que no pensé que funcionaríamos, que creí que seríamos sólo un chispazo, un intento realmente malo de simulacro, que no nos daba ni un mes, para ser honesto, supongo que notaste que bailo horriblemente mal y alguien tenía que quedarse para enseñarme.

Tengo que confesarte que no me da miedo perderte, que no
eres mi primer amor y muy probablemente, tampoco el
último, pero me he vuelto fanático de vernos luchar por esto, de hacerlo funcionar contra los pronósticos, de explicarle al mundo que nos estamos tratando de construir el uno al otro.

Tengo que confesarte que me gusta el café de la mañana y verte contenta, que adoro cuando te enojas y haces berrinche como niña pequeña, que llevo tiempo sabiendo que me
invitas de tu comida porque quieres probar la mía, y encima de todo, tengo que confesarte, que me gusta que cada día te levantas convencida de quedarte a mi lado, aún sabiendo que eres libre de irte.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario