Jamás hubo un accidente tan bonito como cuando se cruzaron tu mirada y la mía.

ME ACOSTUMBRASTE A TU AUSENCIA

Me acostumbraste a tu ausencia y a los momentos en que parecías suspirar en la brisa. Me enseñaste a funcionar solo y a disfrutar del vacío que dejaste atrás.

Me despertaba cada mañana sabiendo que no te tendría a mi lado. Aprendí a lidiar con la ausencia que se convirtió en mi constante compañera y me acostumbré a la frialdad de las sábanas desiertas.

Me enseñaste a saborear la nostalgia que dejaste en mi pecho y llenar los silencios de recuerdos. Crecí para disfrutar la soledad y buscar tu presencia dondequiera que voy.

Tu ausencia se convirtió en mi inspiración y musa. Cada lágrima que derramé se transformó en versos que expresaron el vacío que has dejado en mi vida. Ahora escribo poesía desde mi dolor por extrañarte gracias a ti.

Me acostumbraste a tu ausencia, pero nunca me enseñaste a dejarte ir. ¿Qué puedo hacer con este hábito que me has impuesto?

Siempre habrá un lugar en mi corazón donde estén los recuerdos de lo que fue, aunque ahora estoy perdido en la niebla del olvido. Aunque te acostumbraste a estar fuera, nunca dejaré de encontrarte.

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